miércoles, 22 de julio de 2015

Jodorowsky Y La Búsqueda De La Realidad


Leo a Jodorowsky. Está dentro de mí porque, cuando aún no sabía de él (cuando sólo era un nombre en la portada de un cómic) ya estaba yo embebido de sus ideas a través de uno y mil tebeos. Vino a Bilbao hace unos años (dos a lo sumo, creo) y demostró ser un prestidigitador de la palabra sublime; es mejor hablando que escribiendo, mejor escribiendo que dirigiendo, y sin embargo sus películas son (al meno las que he visto) excepcionales, únicas. Del teatro que haya hecho o haga en adelante no sé nada pero sorprende el éxito de Alejandro Jodorowsky tras pasar por las manos televisivas de Sánchez Dragó. Ya era un guionista de comics reputado en Francia y el resto de Europa, un todoterreno cuyo historial se remonta 30 o 40 años atrás pero tiene que ser la tele la que le saque a la luz de un público que, de otro modo, a la manera de Sardá cuando apareció en Crónicas Marcianas, lo miraba como a un vulgar chalado charlatán, otro pozí, éste chileno, que viene a hablar de ovnis o chamanismo o lo que sea, hasta que, su genio locuaz lo hizo protagonista hasta el colmo de sorprender al mismísimo rey desnudo de la pantalla.

La perorata viene a santo de que he pensado que últimamente leo mucho. Muchas bobadas, muchos textos técnicos, algo de poesía y a Jodorowsky. Creo en fantasmas, creo que dentro estamos y salimos pero también creamos lo que somos arrabatándoselo a lo que no íbamos a ser. Creo en el destino, infausto y tormentoso pero sé que la lucha puede conducirnos lejos, que la libertad existe, aunque elijamos ser esclavos porque la perpetua lucha a veces sólo parece otra esclavitud, ésta elegida, pero no menos infausta. Creo en el bien que podemos ser y en el mal que somos. En que no podemos aspirar a lo mejor sino al equilibrio del segundo óptimo, el de los egoístas. Temo a cada persona que mañana o pasado pueda estar dispuesta a sacrificarme por su propio bienestar, temo que yo sea la persona que sacrifique a otro por el mío. Creo en la mente irracional capaz de convertir las vidas de otros en materia de especulación hasta el punto de matar mentalmente el alma de otros que, como resultado de esa muerte, cosificación, negación, metáfora, morirán, o vivirán una vida aún más miserable. La lista no se acaba. El tiempo sí.

Jodorowsky está ahí, entretejido, inextricable, en mi ideario inconcluso. Lo está Pedro Salinas. El amor existe porque el lo escribió, y está muerto y sé que nada puede salvarnos. De la muerte no sé nada. Nos pudrimos y ya no somos nosotros. Seremos algo, distinto. Lo veremos, tal vez, tal vez no.

No estarán estas palabras aquí cuando yo haya muerto. No lo creo. No lo espero. Hoy he nadado en una piscina 26 largos que me quedaron en débito de mi infancia. Aún pago por aquellos nudos que la vida me dejó. Quiero a cuatro mujeres. A dos para siempre. A una de verdad, como a ninguna otra. Dos son carne y huesos contra los que lanzarme y amar, las que, tal vez el tiempo haga que olvide. No soy bueno, nadie me mira con ojos buenos, nadie mirándome lo creería pero no soy bueno.

Y ya lo dijo un replicante Nexus, las gotas en la lluvia, el tiempo de morir y las palabras seguirán siendo incapaces de decirlo todo y seguiremos nosotros incapaces de decir nada, ni esas palabras que tan poco dicen, camino de un resultado facilón, un second best de mierda. Hay pocas personas que se desnudan de mentiras para decir sólo verdades. No son curas, ni políticos, ni periodistas. No son profesionales. Son personas. Son mínimos, delicados pero parecen muy fuertes. Confían. A veces pierden y a veces ganan. Juegan limpio y sus derrotas son amargas pero sus victorias... jamás he conocido yo una victoria como esas.

Fuente: albemut
Imagen: Artículo dedicado a la memoria de S'ntiago Henao​ (Q.E.P.D.)

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