domingo, 26 de julio de 2015

Te Escucho, ¿Qué Quieres Decirme?


Un anciano, que pasa por ser el más sabio de la tribu, inicia a un grupo de niños en la caza.
-¡Venid jovencitos, entre todas las demás huellas, éstas son las de un grabor! Es importante que las conozcáis para saber luego distinguirlas.
-Pero, abuelo, dinos: ¿cómo es un grabor?
-¡Ah, eso no lo sé! Por precaución siempre evité acercarme a esos monstruos. Pero conozco muy bien sus huellas.

El encuentro con el Dios interior provoca en el Yo personal una sensación de agonía. Al demolerse los límites del pensar, del sentir y del crear tememos perder nuestra identidad. Identidad que nos ha sido impuesta y que cargamos como una sólida armadura. Nos guarecemos en toda clase de estancamientos por temor a lo fluido, fluidez que es la esencia de la vida. Cuando en un estado alterado de la percepción nos vemos frente al Dios interior, en lugar de entregamos a él, le huimos... En su libro Mi vida, el psicoanalista Carl Gustav Jung cuenta un sueño en el que se plantea el problema de la relación entre el Dios interior y el Yo personal, sin poder resolverlo.

Me encontraba de excursión por una pequeña ruta. Atravesaba un valle, el sol brillaba y ante mis ojos se presentaba un vasto panorama. Después llegaba cerca de una pequeña capilla, ubicada al borde del camino. La puerta estaba entreabierta. Entraba. Para mi gran asombro no había una estatua de la Virgen, ni un crucifijo sobre el altar, sino un magnífico arreglo floral. Delante del altar, sentado en el suelo en la posición del loto, mirando hacia mí había un yogui profundamente concentrado. Mirándolo más de cerca vi que tenía mi rostro. Estupefacto y aterrorizado, me desperté pensando: «¡Ése es el que me medita! ¡Tiene un sueño y ese sueño soy yo! ¡Cuando él se despierte, yo no existiré más!».
Nos hubiera gustado que Jung, en lugar de huir despertándose, se entregara al Dios interior con un «Te escucho, ¿qué quieres decirme?». En realidad, al buscador lo persigue aquello que busca. Pero ¿cómo lograr el fundamental encuentro?
¡Aprendiendo a escuchar!

Alejandro Jodorowsky 
Imagen: Demonic-Apricot

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