domingo, 26 de julio de 2015

¿Cuál Es La Meta Donde Yo No Soy?


Perdido en un camino rural, un automovilista pregunta a un campesino:
-¿Adónde lleva esta carretera?
-Bueno -responde el campesino-, por un lado lleva a mi granja y, por el otro, sigue toda recta.

Ejemplo perfecto de lo que es una visión del mundo limitada. ¡A este granjero lo único que le preocupa es su mundo! La carretera podría representar nuestro desarrollo hacia la Consciencia. Tratamos de alcanzarla, pero nos hemos extraviado. Le preguntamos a un gurú: «¿Adónde lleva este camino?». Y él nos responde: «Por un lado, lleva hacia mí y, por el otro, no lleva a ninguna parte». Este maestro nunca se ha preguntado «¿Cuál es la meta donde yo no soy?». Ni siquiera ha puesto un pie en el verdadero camino. Sino que, por el contrario, se ha construido uno muy corto que no lleva más que a él.

Y ¿cuántas veces nosotros hacemos otro tanto? Pensamos que, como hemos vivido una cómoda rutina, conocemos el camino. Existen personas que no comparten sus conocimientos con nadie, creyendo que lo que mantienen en secreto les da poder. No se dan cuenta de que su trabajo debe aprovechar a todos, pues el camino es común. Si no avanzamos juntos, ¿adónde vamos?

En el evangelio, cuando el ángel se aparece a la Virgen, lo primero que le dice es: «No temas». Y en ese mismo instante, ella comprende que ha vivido sumergida en el miedo... Los animales viven en el miedo, pues han de estar siempre en estado de alerta si no quieren correr el riesgo de ser devorados... No somos verdaderamente humanos hasta que no aprendemos a vivir sin miedo. Cuando dejamos surgir el ángel en nosotros, el Dios interior (es decir, el practicante de yoga del sueño de jung), nos dice: «No temas morir, no temas vivir, no temas enfermar, no temas envejecer, no temas ser pobre, no temas enloquecer. Cuando no tienes miedo eres lo que eres y permites que el misterio te insemine. Si me escuchas, como hizo la Virgen, tus oídos se convertirán en vaginas. La vagina es un conducto membranoso que, a través del placer, recibe. Si no hay placer, no hay recepción; es decir, no hay una escucha verdadera».

Si durante nuestra infancia tuvimos padres tóxicos, con sus gritos y palabras agresivas nos hirieron los oídos. Cada vez que escuchamos, sufrimos. Por eso tememos las palabras ajenas. Vivimos en una sordera psicológica defensiva.

Si fue nuestro padre quien nos hirió, no podemos escuchar ninguna verdad de labios de un hombre. Si fue nuestra madre, las palabras femeninas quedarán disueltas en el aire del olvido.
Si cada vez que nos hablan las palabras no vienen del Dios interior, no escucharemos bien. Si vienen de Él, aunque sean insultos, las oiremos como palabras de aliento. Debemos cicatrizar nuestras heridas y escuchar con amor. Digan lo que nos digan, aunque sea con rabia, con ferocidad o con maldad, viene con esas palabras una caricia divina.

Alejandro Jodorowsky
Imagen: Matt Granz 

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