domingo, 26 de julio de 2015

Nunca Oramos Solos


Un sacerdote que oficia en una iglesia próxima a un arroyo comienza a rezar: «Padre nuestro que estás en los cielos...», pero lo interrumpe el estridente croar de una rana. Furioso, el cura abre la ventana y grita: «¡Cállate!». La rana obedece. Regresa, se arrodilla y recomienza su plegaria. «Padre nuestro que estás en los cielos...» Esta vez lo interrumpe una voz interior. «¿Quién te dice que tu rezo es más agradable a Dios que el de la rana? ¿Por qué te crees el preferido?» Turbado, vuelve a la ventana, la abre y grita: «¡Croad, cantad, cacaread, maullad, silbad, ofreced el escándalo que queráis!». Todos los animales se ponen a hacer ruido, y también las plantas, el arroyo, las rocas, el viento y las nubes que se deslizan por el cielo. El sacerdote se da cuenta de que todo está rezando junto a él y por primera vez comprende por qué recita «Padre nuestro...» y no «Padre mío...».

Nunca oramos solos. Por ser infinito el universo, somos todos centro de él. Vivimos en compañía. No hay destinos superiores. Ni siquiera en un claustro estamos aislados del mundo. Los otros son importantes. La sociedad es importante. El planeta es importante. Los seres vivientes son importantes. La energía oscura que sostiene el universo es importante. Todo está rezando junto con nosotros el Padre-Madre nuestro.

Si aceptamos que actuamos con los demás, nuestra fuerza vital se multiplica y sobrepasamos arcaicos límites. Ya no decimos «ésta es mi obra» sino «ésta es nuestra obra». Vamos todos en el mismo barco, y este barco se llama «Instante». Compartimos el mismo Espacio, el mismo Tiempo y la misma Consciencia.

Alejandro Jodorowsky 
Imagen: Paula Cobleigh

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