sábado, 25 de julio de 2015

Súbete Al Barco


En sueños, un hombre ve a san Pedro. Este último le dice: -¡Ten siempre confianza en mí! Cuando estés en peligro, dime:
«¡San Pedro, ayúdame!», y yo vendré a ayudarte.
Un poco más tarde, nuestro hombre viaja en barco y éste se va a pique. Se encuentra en un bote de salvamento, remando en medio del océano. Pero el bote está agujereado, el agua sube inexorablemente y le llega a los tobillos.
Exclama: -¡San Pedro, ven, ayúdame!
Ni bien lo ha dicho, pasa un buque muy cerca del bote. El hombre, esperando que el santo baje del cielo a rescatado, desprecia el gran navío, el cual desplaza tal masa de agua que la pequeña embarcación se llena más deprisa y el hombre se ve sumergido hasta la cintura. Repite su súplica:
-¡San Pedro, ayúdame! ¡Dijiste que si te llamaba bajarías a salvarme! Un segundo buque aparece. El hombre, mirando hacia el cielo no le presta atención. El barco le roza y se encuentra con el agua al cuello. Muerto de miedo, exclama:
-¡San Pedro, ayúdame! ¡No me falles! ¡Ven!
Se acerca una tercera embarcación y, mientras nuestro hombre sigue implorando hacia el cielo, su bote se sumerge totalmente. Muere ahogado y se encuentra delante de san Pedro: Asqueado, le dice:
-¿Te parece bonito? ¡Confiaba en ti! ¡Habías prometido prestarme ayuda, y mira ahora dónde estoy!
-¿A qué vienen estos reproches? ¡Envié tres barcos para salvarte y tú ni siquiera quisiste mirarlos!

Podríamos imaginar que esos tres barcos, simbólicamente, corresponden uno al cuerpo, el otro al centro libidinal y el tercero al centro emocional. El hombre, encerrado en su intelecto, identificado con sus ideas, prejuicios y razones, se siente al borde de la asfixia, se angustia, lo amenazan innumerables fantasmas (¡El sistema económico va a reventar! ¡Nuevos virus acabarán con la salud! ¡Los alimentos están contaminados! ¡El agua potable puede acabarse en el planeta! ¡Una bomba estallará en el metro! ¡Nunca podrá salvarte el Dios que tu religión te ofrece...!). Desde su Interior, una voz a la que no escucha le dice:

Calma tu mente, límpiala de sus ideas caducas, vence el miedo y avanza día a día, como hace frente con valentía un torero a un toro tras otro. Tú mismo puedes abatir esos límites que desde niño han embutido en tu espíritu. Este mundo en el que te quieren obligar a vivir es sólo una posible realidad, pero existen otras. La energía que mueve al mundo no tiene por qué ser el petróleo, la fuerza nuclear o la violencia masculina; las fortunas no tienen por qué estar acumuladas obligatoriamente en una minoría de la población a costa del hambre de la mayor parte de la humanidad; la casa en la que vives no tiene por qué ser trazada con un simple tiralíneas; ni los edificios construidos sin amor por arquitectos vendidos a una industria que es inhumana tienen necesidad de erigirse, con falsas ventanas e insano aire acondicionado dentro, como arrogantes falos. Deja de temer las enfermedades, tú puedes ser tu propio curandero.

El mundo es un edén en potencia que debes hacer que dé frutos. Para cambiarlo, comienza por cambiar tú... ¡Pero no te subes al barco! Temiendo lo incierto y aferrándote a lo seguro, desdeñando los deseos que te impulsan a crear, buscas jefes, amos o empresas desalmadas para que te den un empleo, una ratonera donde vegetar trabajando en algo que no te gusta. No piensas en realizar una buena obra, sino que mendigas un buen sueldo. Sumido en esa esclavitud, a los conflictos emocionales los llamas estrés, y en vez de subirte al barco crees que ingerir pastillas te aliviará... Prefieres, egoísta, dejar que la espada caiga sobre la cabeza de tus descendientes eligiendo nebulosos políticos para que te gobiernen o consumiendo productos industriales que son nocivos, sin hacer tu trabajo, sin mutar mentalmente, sin convertirte en el hacedor de tu destino... ¡Egos necios, estoy yo aquí llamándoos sin cesar y vosotros nunca me escucháis!

Alejandro Jodorowsky 
Imagen: Astrid Rieger

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