sábado, 25 de julio de 2015

Un Sombrero Más


Un hombre regresa de la guerra sin brazos, sin piernas y sin tronco. Convertido en cabeza, vive con su familia algunos años. Llega una vez más el día de su cumpleaños. Sus parientes se reúnen alrededor y le ofrecen un regalo dentro de una caja de cartón. La cabeza, con alegre curiosidad, usando sus dientes, la abre, mira en el interior y con decepción exclama:
-¡¡¡Oh, no, otra vez un sombrero!!!

Imaginemos que la cabeza, intelecto puro, se cortó ella misma las piernas por miedo a avanzar, los brazos por miedo a elegir y el tronco por miedo a vivir. Si es así, recibe entonces el regalo que corresponde a los límites que se impuso. Si inhibimos nuestras posibilidades, si eludimos nuestro ser profundo, si nos protegemos dentro de prejuicios, lo que recibiremos será producto de esos límites. Si continuamente hay personas que nos agreden, es porque nos hemos cortado del amor a nosotros mismos, y recibimos del mundo cosas que concuerdan con las mutilaciones que cargamos. Si bien es cierto que esas mutilaciones nos las han causado la familia, la sociedad, la cultura, etc., hay un momento en nuestras vidas en el que debemos repararlas y otorgarnos a nosotros mismos eso de lo que nos han privado. Los problemas, las crisis, las enfermedades, los fracasos, las heridas pueden ser motores de acción, de cambio, de madurez. El dolor es la principal raíz de nuestra realización.

Lo que pensamos que es la vida es sólo un punto de vista, un sombrero más. No hay que tratar de comprender la vida, hay que vivirla. No podemos explicar qué son la amistad, el amor, la felicidad. Debemos aceptar -sin juzgarlos- nuestros gustos, deseos o emociones y ver cómo los canalizamos sanamente hasta llegar a ese agradable estado en el que permitimos que nuestros juicios lleguen sin tener que casarnos con ellos, empleándolos cuando nos sirvan y dejándolos ir cuando hayan caducado. No somos nosotros quienes pensamos, sino que es el centro mental quien recibe el pensamiento del espíritu colectivo. No somos nosotros los que nos imponemos amar, es el corazón quien decide abrirse; nuestros deseos nacen como una manifestación del cosmos, podemos inhibirlos pero no podemos cambiarlos. En un universo del que sólo conocemos un 1%, captado por un cerebro del que apenas sabemos emplear diez de sus incontables células, nada podemos explicar por completo. Si narramos nuestra vida a alguien, no es nuestra vida sino lo poco que hemos captado de nuestra vida lo que le narramos.

Alejandro Jodorowsky 
Imagen: Hat Box by Ruby Lane

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