sábado, 11 de julio de 2015

Dios Y Diablo


Esa es la diferencia entre religión y ciencia. La ciencia cree que los problemas son objetivos, que provienen de alguna parte en el exterior, que pueden ser cambiados sin que tú cambies. La religión cree que los problemas están en el interior, en mí, o mejor, que yo soy el problema. A menos que yo cambie, nada será distinto. Las apariencias cambiarán, los hombres serán diferentes, pero la substancia seguirá siendo la misma. Crearé otro mundo de problemas. Seguiré proyectando nuevos problemas.

Este hombre, inconsciente de su propio ser, inconsciente de sí mismo, es el creador de los problemas. Sin saber quién es, qué es, con un desconocimiento absoluto de sí mismo, sigue generando problemas porque, a no ser que te conozcas a ti mismo no puedes saber para qué estás viviendo y existiendo. No puedes saber adónde has de ir, no puedes saber cuál es tu destino, y nunca podrás percibir cuál es el sentido. Seguirás haciendo muchas cosas, pero todo te conducirá, en último término, a la frustración. Porque si haces algo sin saber por qué existes, sin saber qué es lo que eres, eso no te va a proporcionar satisfacción alguna. Carecerá de sentido. Has errado el objetivo, tu esfuerzo será desperdiciado y al final todo el mundo se sentirá frustrado.

Los que alcanzan el éxito se sienten más frustrados que los que no lo alcanzan porque los que no lo alcanzan pueden seguir albergando esperanzas. Pero aquellos que tienen éxito no poseen ni esperanzas. Su caso no tiene solución. Por eso digo que no hay fracaso tan grande como el éxito.

La religión piensa en términos subjetivos, en términos objetivos: “Cambia la situación no al hombre”. La religión dice: Cambia al hombre; la situación es irrelevante”. Sea cual sea la situación, una mente distinta, un ser transformado se sitúa más allá de los problemas. Por eso Buda puede estar en absoluta paz viviendo como un mendigo y un Midas no puede vivir tranquilo ni poseyendo el milagro alquímico: toque lo que toque se transforma en oro. La situación con Midas se ha vuelto dorada; todo lo que toca se convierte en oro. Pero esto no cambia nada, al contrario, Midas se encuentra en una situación más complicada.

Nuestro mundo ha creado, mediante la ciencia, una situación como la de Midas. Todo lo que tocamos se convierte en oro. Un Buda, viviendo como un mendigo, se encuentra en una paz y en un silencio tan absoluto que los emperadores se sienten celosos de él. ¿Cuál es el secreto? El énfasis en el hombre, en el interior del hombre, es lo importante, no la situación. Debes pues cambiar el interior del hombre. Y solamente hay un cambio posible. Si creces en consciencia, cambias, mutas. Si disminuyes tu consciencia, también cambias, mutas. Pero si tu consciencia es disminuida retrocedes hacia el mundo animal. Si tu consciencia es incrementada, asciendes hacia el mundo de los dioses.

Una vez adquieres el hábito de sumergirte en la inconsciencia, será más y más difícil incrementar tu consciencia. Será más y más difícil, porque tu cuerpo será incapaz de sostenerte en un estado de consciencia incrementada. Te ayudará a mantenerte inconsciente. No te ayudará a ser consciente. Y cualquier cosa que se convierta en una barrera en la adquisición de consciencia es un problema religioso, no un problema moral.

Sería adecuado comprender la antigua historia bíblica de Adán y Eva. Fueron expulsados del Paraíso; fueron expulsados del Jardín del Edén. Es una historia profundamente psicológica. Dios les permitía comer cualquier fruto excepto uno. Había un árbol que no debía ser tocado y ése era el Árbol del Conocimiento. ¡Es algo extraño ver a Dios prohibiendo a sus criaturas comer el fruto del Árbol del Conocimiento! Parece algo muy contradictorio. ¿Qué clase de Dios es éste? ¿Y qué clase de padre es aquel que está en contra de que sus hijos crezcan en conocimiento y sabiduría? Esta historia ha preocupado a muchos. ¿Por qué Dios tuvo que prohibir el conocimiento? Valoramos en mucho al conocimiento, pero fue prohibido.

Adán y Eva existían en un mundo animal. Eran dichosos, pero eran ignorantes. Los niños son felices, pero también son ignorantes. Y los niños, si han de crecer, han de crecer en conocimiento. No hay otra forma de crecimiento. Si eres ignorante puede que seas feliz, pero no eres consciente de tu felicidad.

Esto se ha de entender correctamente. Puedes ser dichoso siendo ignorante, pero entonces no puedes percibir tu dicha, no puedes ser consciente de tu felicidad. En el instante en que empiezas a percibir tu felicidad, dejas de ser ignorante.

El conocimiento ha entrado, te has convertido en uno que sabe. Por eso Adán y Eva existían como animales, absolutamente ignorantes y dichosos. Pero de cerca, esta felicidad no era algo de lo que ellos se dieran cuenta. Eran sencillamente felices sin saberlo.

La historia dice que el Diablo tentó a Eva para que comiera del fruto y la razón por la que el Diablo pudo tentar a Eva fue ésta: le dijo, “Si comes de esta fruta, serás como los dioses. Esto es altamente significativo. A menos que comas de ese fruto del Conocimiento, del fruto del Árbol del Conocimiento, nunca podrás ser como los dioses, seguirás siendo como los animales. Y ese fue el motivo por el cual Dios les había prohibido, vedado, el tocar ese árbol. ¡Pero fueron tentados!

Esta palabra “diablo” (*) es muy hermosa y en particular para los hindúes. Tiene un significado diferente que para los cristianos porque “diablo” proviene de la misma raíz, de la misma palabra, de la cual proviene “deva” o “devata”, dios. “Diablo” y “divino” provienen de la misma raíz. De este modo parece que la historia cristiana es parcial, incompleta de alguna forma. Una cosa si se sabe: el Diablo mismo era un dios rebelde, un ángel rebelde que se alzó contra Dios. Pero en sí, él era un dios.

¿Por qué digo esto? Porque para mí no existen dos fuerzas en el mundo como Dios y el Diablo. Esa dicotomía es falsa. ¡Solamente existe una fuerza! Y la dicotomía no es de dos enemigos, sino de dos polaridades de una misma fuerza, de Dios y el Diablo. Es una misma fuerza operando a través de dos polaridades porque a menos que una fuerza se manifieste en dos polaridades, no puede operar.

Para mí esta historia bíblica adquiere un nuevo significado. Dios lo prohibió porque sólo puedes tentar si prohíbes. Si no se hubiera mencionado para nada al Árbol del Conocimiento, parece improbable que Adán hubiera pensado o imaginado comer de este árbol en particular. El Jardín del Edén era inmenso, había infinitos árboles. Desconocemos el nombre de cualquier otro árbol.

Este árbol se volvió importante debido a que fue prohibido. Esta prohibición se convirtió en una invitación; esta prohibición se convirtió en la tentación. No fue realmente el diablo quien tentó. El primero fue Dios mismo. Esta fue la tentación, “No os acerquéis al Árbol del Conocimiento; no comáis de su fruto. Solamente hay un árbol prohibido excepto en eso, sois libres”. De repente este árbol se convierte en el más importante del Jardín.

Y para mí, “Diablo” es simplemente otra denominación de Divino, la otra polaridad. Y el Diablo tentó a Eva porque entonces podría ser como los dioses; ésta era su promesa. ¿Y a quién no le gustaría ser como los dioses? ¿A quién no le gustaría?

Osho

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