sábado, 4 de julio de 2015

Alteridad Lévinas

Cuando hayas entendido la primera frase, lo habrás entendido todo.

Debe ser blanca o amarilla. O rosa pálido, la rosa. Así comienza el cuento de atar.
Cuando llegues a atar, conocerás, comprenderás y serás todas las cosas selladas.
(pero antes deberás enseñarles a caminar a las muñecas, a pintar a los mancos, a cantar a los bailarines, a secarse a las nubes y a llover a la tierra)
Atar, atar es imposible.

–Qué lástima que yo sea paralítica...
–Mejor que seas paralítica, así soy yo quien te pasea.
–Qué bueno eres, Fando...

Citar no existe. Mentir y decir es creer que siempre hay solución para los juegos. Pero esto no es un juego.
Desde el coro todos los títeres hablan de papeles y de volumen:

–Si cuando se incendia la música tu único interés es saber quién toca, estás perdido, Fando. Todo tiene una zona, un lugar adonde entrar. Solamente hay que esperar que te inviten. Es sólo cuestión de tiempo.
(y tiempo es aquello que nos ocupa cuando nuestro espíritu descansa)

Cuando arde la música el títere es obligado por La Gran Tijera a dejar de refugiarse en la dualidad de los hilos:

–Lo que importa es saber adónde va el viento.
–Lo que importa es saber de dónde viene el viento.

En el zoológico las mujeres se disparan, le sonríen, te desnudan:
–El cerdo está crudo. En lugar de comerlo, ¿lo podemos besar?

Es barato divertirse en un zoológico de títeres. Uno se mira la mano, los huesitos, y se ríe. ¿Porque nuestras manos son verdaderas? No. Nos reímos porque nuestras manos se mueven igual que las de ellos, como movidas por otro.
(nuestras manos, además, parecen arañas)
Una vez alguien me habló de alguien que le había puesto manteca en las manos a un títere para pedirle después que se subiera a un trapecio.
Algo falla cuando nos reímos de la ironía que debería hacernos llorar.
(¡pero es que todo es tan gracioso!)

–¡Agoniza la perfección!
–¡Oh, qué maravilloso espectáculo, Fando! Nadie revienta mejor que ella...

Cuando llegues a atar, morirás. No importa el modo.
(la música y las luces se apagan dos veces en los cementerios)
El humo, o es poco, o es niebla. La noche llega como si se descolgaran velos grises, uno sobre otro, hasta taparnos del todo.
Cuando llegues a atar...
Cuando llegues, quedarás suspendido, amplificado en vos. Cuando llegues a atar, podrás mirar a través de las vitrinas del museo a La Maravillosa Alteridad.

–Yo me acordaré de ti. Iré a verte al cementerio con una flor y un perro. Quiero hacer muchas cosas por ti.
–¿Cuántas?

(una punción en la lengua pudo haberlo salvado, pero Fando no la dejaba quieta)

–Cuando miento, Fando, mi lengua queda apenada. Se seca, se agrieta, se descascara. Cuando miento, Fando, me ataca una aridez en la sangre tan grande como México.

Escribieron tantas veces sus nombres en el cuerpo del otro que se resultaron ilegibles.
Ella no quiso explicarle más nada. Fando tampoco preguntó.
Daban ganas de llorar.

Fando y Lis - Alejandro Jodorowsky


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