lunes, 13 de julio de 2015

A Alejandro Jodorowsky


Alejandro. En los últimos tiempos has generado un cambio en lo más profundo de mi ser, derribando casi toda barrera que he levantado a lo largo de mi vida. Dediqué un tercio de ella al cine y la publicidad, pero algo en esto que hacía me provocaba rechazo, y no podía precisar qué era. En los últimos tiempos descubrí por qué haciendo algo que aparentemente disfrutaba, no me sentía completo. En realidad no estaba haciendo aquello que ha de ser la principal razón para poner nuestros latidos en algo; que sea para los demás. Dejé de amar lo que hacía, y creo que el mundo no necesita más gente haciendo cosas sin amor. Me encontré con que de nada servía poner parte de mi ser en algo que no llegara con amor a los demás; si no era para los demás no era para mí tampoco, no era para nadie, todo aquello que creaba se diluía casi por definición en el vacío. Tu cine me hizo ver que puedo poner lo mejor de mí en cualquier lienzo, sea éste del tipo que sea, y que puedo hacer en él lo que sienta en el alma para darle lo mejor de mí a los demás, y así completar un círculo maravilloso entre lo que hago con amor y lo que doy de mí a los otros. Ya no me preocupa seguir haciendo lo que hacía. Ahora, teniendo esto en claro no tengo miedo a crear, en cualquier forma posible. Porque también he perdido el miedo a crear. El libro Psicomagia levantó una barrera que nunca creí que sería capaz de levantar. Me ayudó a encontrar que detrás de la persona lógica que siempre fuí, o creía ser, existía también una persona creativa y creadora que siempre quiso ser, pero que se me dificultaba sacar a la luz. El día que leí la última página de ese libro, ávido de más, recorrí las librerías de Buenos Aires buscando todos los libros suyos que me fuera posible conseguir. Mientras leía algunos de ellos, me sentía extático; este venerable señor no está metiendo sus ideas en mi cabeza, ni haciendo una simple demostración de sus conocimientos o creencias personales; este maestro me estaba mostrando lo que tengo adentro, de lo que soy capaz. De cierta forma le estaba dando una especie de órden, o de canalización concreta y explicable a aquello que siempre fuí y antes no supe ver, aquello que siempre pensé y nunca pude expresarme ni siquiera a mí mismo. Esa imposibilidad se convierte en una incubadora de frustraciones. No demasiado alejado de lo que decía Sócrates en cuanto al conocimiento inherente que tenemos, pero con la sabiduría de miles de años más y de tantas culturas, usted muestra el mundo detrás de las cortinas de la realidad que creen ver nuestros ojos, en una época en el que el escepticismo espiritual y la negación del alma están a la orden del día. Ud., señor, me hizo ver que la vida, si bien ya hermosa e infinita intrínsecamente, puede ser aún más bonita, más infinita y más amorosa cuando ponemos nuestros latidos en ella. La psicomagia se convirtió en algo que ocupa gran parte de mis pensamientos, en una nueva forma de ver muchas cosas en la vida, en un motivo para ver a este mundo de manera aún más colorida y apasionada. Hace dos años difícilmente pudiera creer en algo que no tuviera congruencia con lo que atestiguaran mis ojos. Ahora aprendí que la vida se sucede detrás de aquellas cosas que muy meticulosamente la modernidad, la sociedad y la filosofía olvidada nos ponen por delante e impiden la visión de la vida en toda su mágica extensión. Tengo 29 años y ocupo una posición que cualquiera podría creer que es la deseable en la vida. Vivo sólo con mi gato Chroma desde hace cuatro años y todo lo que alcancé fue gracias a que comencé a hacer lo que hacía desde los 18 años lo cuál me posiciona en un nivel que me permite vivir cómodamente, según los ojos del camino que el mundo moderno nos indica a seguir. Mi vida podría seguir avanzando por el camino que suponemos establecido; en algún tiempo podría venir mi casa, mi mujer y algunos niños. Pero ya no puedo, con estos ojos que vieron y con estos sentidos que se conmovieron, ya no puedo mirar para otro lado. La psicomagia es un acto de amor en el que mientras más me adentro, más llena mi corazón de alegría y calor. No me es posible mirar para otro lado. Como diría “Ojo de oro”, “cuando se hace algo por primera vez, ya se está en el camino de la curación”. Y yo ví por primera vez, más allá de lo que mis ojos entienden por “realidad”. Como si fuera un regalo ante este despertar, el Universo me puso en el camino a una persona, ahora devenido en hermano, con quien comparto la forma de sentir el amor a la vida y las vivencias nuevas de las que mis ojos son testigo. No pasa un día sin que te mencionemos, sin que encontremos un nuevo acto suyo, un nuevo video, una nueva frase, que no nos haga sonreír, que no nos haga crecer, llenarnos de amor y quererte, a tí y a la vida toda, un poco más (cada día te queremos más, y nunca va a cesar). Entontramos la psicomagia y tu uso del tarot como algo maravilloso y digno de ser aprendido, estudiado y compartido. Creo que todas las formas en que te expresas son tan fascinantes como necesarias para el desarrollo del ser, por eso son dignas de ser aprendidas, entendidas, interpretadas y reinterpretadas. No son el resultado de una locura, son el fruto de una vida inmensa, de un camino único, en el que te ha puesto la vida para conformar la persona maravillosa que hoy eres; esa que comparte con todo ese amor y esa dulzura todo aquello que ha aprendido en una vida de cuentos e historias fascinantes. También quiero recorrer mi camino, también encontrar mis lugares en el mundo, las experiencias que tiene para obsequiarle la vida a quienes se animan a cambiar a gusto lo que les fue dado. Así como alguna vez saliste de Tocopilla, comenzamos a deshacernos de una buena parte de nuestras pertenencias para así poder transitar nuevos caminos, nuevas culturas y nuevas enseñanzas, para, dentro de muchos años, poder hacer el amor con el universo a través del acto de amor de la psicomagia. En enero vamos a arrancar nuestro viaje, en el que vamos a ir desde nuestra Buenos Aires hacia el sur del continente, para después comenzar a subir, a viajar, a vivir, sin tiempos y sin otro objetivo más que el de crecer, de vivir experiencias y, de algún día, poder encomendar, desde la sabiduría despertada, un acto psicomágico. Tus palabras son muchas veces el combustible y la fuerza que moviliza mis planes. Tu voz, rebosante de amor, se convirtió en un sonido dulce, generador de los sentimientos más hermosos y cálidos que puedo atestiguar. Me enseñaste que no seré algún día escritor, sino que ya lo soy. No seré artista, ya soy todo un artista. Ya soy. Lo quiero de la forma más infinita, laberíntica e inexplicable que se me pueda ocurrir. Ya me lo cruzaré en algún momento, le escribiré “gracias” imaginariamente en una mano y le daré un gran abrazo, estoy seguro. Aunque ya se lo estoy dándo. Gracias.

Julián Alejandro Stirparo Pantano

No hay comentarios:

Publicar un comentario