Muchas veces nos sorprendemos ante la cantidad de personas con tan poca capacidad de escucha.
¿Te pasó alguna vez intentar comunicar tu propia vivencia, necesidad o sentimientos y encontrarte frente a una muralla de otros relatos?
Relatos que se sobreponen, que tapan, que anulan lo que uno quiere decir muchas veces.
Lo repetitivo y común de estos hechos, muchas veces lo dan por normal.
Pero... ¿es normal no aprender a escuchar a los demás?
¿Es mi discurso más importante que el del otro que me escucha?
¿Por qué algunos tienen cerrada, aparentemente, la capacidad de escuchar a otros?
Pienso básicamente, que nunca le prestan atención a sus propios dichos o no reflexionan antes de emitirlos, y así, como una bola de nieve, se van enrollando en ellos hasta sentirse superados por sus propias historias sin significar los detalles de las mismas.
El que escucha por otro lado puede también caer en este discurso y “embolarse” juntamente con el hablante en la misma bola de nieve.
Aprender a escuchar.
Esa es la clave. No solo el discurso del otro, sino el propio.
No es fácil, pero es lo que más sana el alma.
Andrea Garcia Portaluppi
Imagen: Snow Ball by Mikey McDonald
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