sábado, 30 de noviembre de 2013

LAS MAGAS DE ALEJANDRO: Doña Magdalena

Alejandro Jodorowsky es mimo, actor, director de teatro, director de cine, escritor, autor de comics, tarotista y un reconocido terapeuta. Autor de la psicogenealogía, más o menos al mismo tiempo que Bert Hellinger lanzó su técnica de “constelaciones familiares” (ver Ciclo No. 48), en este libro revela las fuentes de otra de sus aportaciones holísticas, el “masaje iniciático” que aprendió de la curandera Doña Magdalena, que lo salvó de ser violado por un grupo de prostitutos que en un callejón de la ciudad de México le propinaron una golpiza. Me inmovilizaron boca abajo con las nalgas al aire y las piernas abiertas. Acompañada por un coro de burlas, una mano diestra me untó saliva en el ano. Sus risas se congelaron cuando una voz femenina exclamó: ¡Déjenlo, es mío! Con los pantalones colgando de mis rodillas como un molusco muerto, asaltado por temblores nerviosos, con una absurda voz de niño me puse a lanzar sollozos de humillación. Doña Magdalena le dijo: No te avergüences, muchacho. No des tanta importancia a la penetración. Esos jóvenes no son malos, los conozco bien. Cada vez que están enfermos vienen a verme. Si se portaron así contigo es porque ofendiste a uno de ellos. Y de todas maneras, como son profesionales te hubieran poseído sin hacer daño. Tal vez querían hacerte aceptar el lado receptivo, que todo hombre de pelo en pecho reprime por desprecio a la mujer.
Doña Magdalena lo lleva a su casa, le desinfecta las rodillas y me invitó a sentarme en una mesa de masajes. Se identifica con él como parte de las elementales partículas de la conciencia eterna y hablando desde la tercera persona del plural le dice: lo que te vamos a enseñar no es sólo para ti: la semilla se da al sembrador para que haga fructificar la tierra. Como en el caso de las magas Pachita y María Sabina, Doña Magdalena decide, a través de él, difundir un conocimiento oculto. Si hasta ahora te has ido por el camino mental, nosotras te guiaremos por el camino corporal.
Al día siguiente, la curandera lo recibió completamente desnuda. Como en otras ocasiones, el aprendiz se enfrenta a esta nueva maestra, primero con el cuerpo. Magdalena, en carnes, parecía vestida con su alma. Su calma, su dignidad, la armonía de sus movimientos, el tono parejo y oscuro de su piel, la hacían parecer un ídolo de greda. Y empieza un ritual conmovedor, pues el artista toma conciencia primero de su vestimenta, al despojarse de ella, sobre todo de la chamarra de cuero. Has llegado cubierto con los restos de un animal asesinado. El dolor, amalgamado en el cuero, traspasa tu carne y se asienta en tu alma. La piel entera es un ojo que absorbe al mundo. Ten cuidado con los materiales con que la cubres. Todo objeto tiene su historia. El lino, la seda, el algodón, la lana, son elementos puros que no empañan tu mente. El resto es maligno, ataca tus células, te desequilibra el sistema nervioso, inyecta sufrimiento en tu carne. La ropa usada sin conciencia es un disfraz. En esta sección de su libro, Jodorowsky transmite al lector una sabiduría milenaria sobre el cuerpo. La curandera explica cada acto que realiza: desvestirlo (La mujer y el hombre sagrados no deben vestirse para parecer sino para ser. Las vestiduras tienen una forma de vida), bañarlo (cada uno de sus siete cuerpos), rasparlo con un cuchillo de hueso (para quitarte el miedo y sacarte del calabozo carnal), palparlo (me pareció que sus dedos se hundían en mi carne hasta asir la osamenta y hacerla girar hacia fuera, como si estuviera abriendo un féretro largo tiempo cerrado. Si los huesos son seres, las articulaciones son puentes por donde has de atravesar el tiempo, le dice), pellizcarlo o estirarlo (tu piel no es una cárcel que te priva del mundo, no vives encerrado en una ilusión que llamas “dentro”. Permite que te lleve hacia “afuera” para que cese el infierno de la separación) y masajearlo. (Estabas lleno de cofres cerrados, guardando tristezas, sufrimiento, rabias, frustraciones. Cuando reviví tus huesos te hice ir hacia adentro; cuando estiré tu piel, hacia fuera; al abrir cada uno de tus músculos te impulsé hacia los lados, alba y crepúsculo al mismo tiempo; ahora te he vaciado de esos recuerdos, presos en las fibras de tus músculos). Doña Magdalena va despertando a la conciencia cada uno de los órganos, con su voz les da voz: habla el hígado, el corazón, los pulmones. Se refiere a las vísceras: En vosotros, los hombres, la víscera se hace órgano. Nosotras sentimos nuestra vulva como un centro creador. Vosotros sentís el falo como un compañero, una herramienta placentera, y lo separáis del centro emocional, acuéstate, voy a dar raíces a tu sexo. El trabajo de Doña Magdalena en el cuerpo del artista es metaforizado como una creación demiúrgica. Son páginas vibrantes y altas las que logra Jodorowsky al reproducir las palabras de la curandera que explican lo que sus manos hacen con él (¿El cuerpo que me ofreces es un todo o un fragmento? Reconoce que lo vives como un fragmento.) Le peina el aura, le lava su sombra (un reloj de sol). Se unta a él. Lo chupa. Lo sopla. Lo muerde inyectándole palabras en maya. Es una experiencia que duró cuarenta días, hasta que él puede practicarse el automasaje. Una tarde regresa a buscarla, pero ya no la encuentra. Pregunta a uno de los prostitutos que se ofrece en la esquina y le dice: Doña Magdalena es como el aire, llega transportando semillas, las siembra y se va.


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