Si alguien quiere ser creativo, debe tratar de practicar el siguiente ejercicio: uno se debe colocar sobre una superficie absorbente, beber un litro o dos de agua, y después debe tratar de orinar haciendo un dibujo y que el agua deje una traza. Sea como sea, debemos tener en cuenta que para ser creativo el niño sucio debe existir en nosotros. En la excreción no puede haber límites. Fui muy amigo de la pintora surrealista Leonora Carrington, que había sido compañera de Max Ernst. La conocí en México. Me contó que había sido también amante de Buñuel pero que, de repente, la abandonó. Entonces ella, el día que tenía la menstruación, puso sus manos en la sangre, y las imprimió por todo su apartamento. Fue su reacción creativa, un acto de psicomagia en el que se utiliza la menstruación como un elemento de transformación. Yo he dado muchos actos de psicomagia como ése. En la magia amorosa la sangre menstrual es muy utilizada. Las excreciones, en general, son usadas para toda clase de encantamientos. La magia muchas veces funciona a base de excreciones: las babas del sapo, de la serpiente, de las arañas... Todo lo que nos parece personal, como la excreción, es utilizado creativamente.
Si se quiere ser generador no se debe tener ningún límite sexual, como ocurrió con el primer gran pionero de esto, el marqués de Sade. Por eso el surrealismo le adoptó: porque imaginó todo tipo de relaciones sexuales. Al leer Los 120 días de Sodoma, Sade se revela como un científico que investigaba todas las posibilidades del sexo sin límites. Puede ir de la antropofagia al crimen sádico, al incesto, llegar a todo. Para poder despertar la creatividad, hay que tener una imaginación sexual libre de toda moral, libre de toda imagen religiosa. Hay que liberarse. Un artista tiene necesidad de imaginar las más grandes aberraciones. Tenemos necesidad de desarrollar en nuestra mente todas las posibilidades.
Cuando alguien tiene imaginación, pero está desequilibrado, puede asesinar a millones de judíos, como ocurrió con Hitler, o hacer que explote una bomba atómica. En ambos casos, se desarrolló el lado oscuro que habita en nosotros.
Uno de los más grandes guardianes que nos vigilan es el superego, que moldeado por nuestros padres, permanentemente nos dice: «Eso se hace, eso no se hace, eso está prohibido». Al superego hay que incorporarlo, dominarlo, pulverizarlo.
Un ser creativo tampoco tiene límites emocionales. Esto quiere decir que tenemos que ser conscientes de que uno puede matar, traicionar, ser goloso, vanidoso, avaro, colérico... Emocionalmente puedo y debo imaginar todo en mí. Puedo ser un santo, puedo ser quizá el mayor benefactor de la humanidad, y al mismo tiempo puedo ser un tipo que envenena las aguas para eliminar la vida. En mi imaginario emocional debo romper todos los límites, vencerlos.
Veamos ahora aspectos que se refieren a la creatividad y a lo mental. La primera cosa que debo vencer es el imperio de las palabras. Si estoy ahogado en las palabras no puedo ser creativo. Esto es lo que yo he hecho en mi interior: he visualizado todas las degeneraciones del mundo. Yo no soy un depravado, pero en el momento en que debo crear algo, tengo todos los elementos a mi disposición. Cuando veo a una persona, prescindo, como sabéis, de los límites. Por tanto, la persona puede decirme lo que le pasa: a mí no me va a sorprender. Una de las grandes barreras en la creatividad terapéutica es la sorpresa. Un terapeuta no puede sorprenderse, debe estar preparado para escucharlo todo, nada le sorprenderá jamás porque él lo ha imaginado todo. Ahora bien, la extrañeza maravillosa es algo muy distinto a la sorpresa.
Decía que las palabras son la primera barrera -la más esencial- en la que estamos presos. Y eso sucede porque, generalmente, en nuestra civilización se relaciona a la persona con todo lo que dice: «Yo soy lo que digo». Esta idea aún persiste, a pesar de que con el surrealismo, Freud, Lacan y otros, se rompió la idea de que se es lo que se dice. Y, sin embargo, pasamos todo el día contándonos cosas. La amistad «imbécil» es encontrarse para decir cosas, no para hacer cosas. Nos decimos cosas cacareando como en un gallinero. Nos educamos hablando, no haciendo cosas. Por eso el refrán «Del dicho al hecho hay mucho trecho». Nos pasamos la vida diciendo «Tú me has dicho eso», «Retira inmediatamente lo que has dicho». Es muy infantil, es el infantilismo de una educación verbal, donde sólo las palabras significan algo. Y la creatividad en este estado es nula. Un mundo donde solamente hay palabras es un universo donde no hay creatividad. Las palabras resultan histéricas cuando son tomadas como un lenguaje donde el objetivo son las mismas palabras. La creatividad se da fuera de las palabras. Cuando el poeta trabaja esencialmente con palabras, entonces éstas explotan.
Alejandro Jodorowsky
Foto: Dan Escobar
Nubes De Dosis Diarias es un masaje sanador para el alma. Un espacio lleno de historias inspiradas en su mayoría en la vida y obra de Alejandro Jodorowsky, sumado a otros autores y cuya verdadera acción social es sembrar conciencia, crear belleza, desarrollar la atención, poder ayudarte a ser tu mism@. Te invito a que lo recorramos juntos. (+ Ilustraciones + Sanación + Evolución + Conciencia + Cambio + Autoconocimiento + Etcéteras ). ¡Espero disfrutes mucho tu estadía!
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