lunes, 27 de abril de 2015

Nacimiento En Éxtasis, Parto Orgásmico. Alejandro Jodorowsky

Siglos de ideología masculinista han llegado a transformar el útero femenino en un nido pasivo e inerte, un lugar de sufrimiento. Toda mujer que haya reconquistado la integridad de su cuerpo ha experimentado la dimensión voluptuosa de la contracción uterina en el científicamente llamado “orgasmo útero anexial”.

Después lo podrá experimentar en uno de esos partos orgásmicos que están siendo estudiados y que han comenzado a ser descritos en nuestros días... Unas contracciones uterinas armoniosas son síntoma de salud, por tanto parir en éxtasis sería el colmo de la salud.

Imaginemos por unos instantes lo que esta experiencia puede reproducir en el niño que está a punto de nacer:

“Las contracciones comienzan en el fondo del útero y van progresando hacia delante, como si fueran olas de un movimiento muscular impregnado de felicidad. El niño entonces coloca sus pies y su pelvis en medio de esta corriente con el deseo de dejarse llevar sin oponer resistencia. Poco a poco, las contracciones aumentan y el niño se integra con ellas como si formara parte de su propio esfuerzo. Las contracciones le impulsan hacia delante, incitándole a orientar su cráneo, todavía ovoidal, hacia los diámetros más holgados de la pelvis materna, para luego ir poco a poco deslizándose hacia el canal uterino. En esta total oscuridad bañada de un extático esfuerzo, su memoria celular le recuerda la existencia de la luz, y por medio de un movimiento ondulatorio que gira todo su cuerpo y ayudado por las contracciones maternas coloca su cabeza en dirección a esa luz que le espera. Una marea de oxitocina, la también llamada hormona del amor maternal, provoca una relajación de los ligamentos existentes entre las dos mitades del arco púbico, facilitando así el descenso. La boca del bebé, roza como en un beso, las paredes entre las cuales se mueve en espiral. El niño detrás de sí el líquido amniótico, que del alimento que era, se convierte en un lubrificante que le permite deslizarse con más facilidad. Así, el bebé puede ya girar la cabeza, lo que le evita golpeársela con las protuberancias del hueso sacro. Este último giro le permite frotarse contra las paredes de la vagina, fricciones que estimulan, entre otros, su sistema urinario, gastrointestinal y respiratorio. Las últimas contracciones, que son las más fuertes, alrededor de su tórax, le ayudan a vaciar el líquido contenido en su estómago y comenzar a respirar. Con toda la alegría que genera el trabajo bien hecho, el niño entra al mundo. Su primer contacto con el oxígeno no es doloroso ni forzado, sino que se lo va aportando el cordón umbilical que aún late y que algún médico o una enfermera no van a cortar antes del momento preciso. El agua matricial le unen a la madre, y la luz que el niño descubre al nacer y las primeras bocanadas de aire que respira le ligan al padre, que es aliento y el sol... Estos nacimientos extáticos son característicos de dioses, héroes, reyes y profetas... Todo nacimiento se fundamenta en ese deseo de nacer en medio de una felicidad plena”.

¡Mujer, basta de prejuicios dolorosos! Busca en Google “Parto con orgasmo”. 
Alejandro Jodorowsky.

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