Fritz lo conoció a través de Paul Weiss en los primeros cincuenta en Nueva York: «Mi querido amigo Paul Weiss fue parte integral de mi creciente interés en el zen», dando a entender que su apertura al zen no estaba separada del respeto hacia Weiss, al que retrata como persona sólida, auténtica, disciplinada y sabia («una de las pocas personas en mi vida a quien yo escuché»). Tras su marcha a Florida y luego a California, ya en los sesenta, Fritz practicó el zen en un monasterio japonés durante dos meses. Por más que la evaluación de esta experiencia no sea muy favorable en boca de Fritz, sabemos lo que buscaba y encontró: «El zen me atraía como la posibilidad de una religión sin dios... me interesaba su sabiduría, su potencial y su actitud no-moralista... buscaba la creación de un método viable de hacer alcanzable este tipo de auto-trascendencia hacia el hombre occidental». La gestalt que Perls desarrolló en la década de los sesenta es la plasmación de esta búsqueda. En Florida, antes de su viaje a Japón, tuvo una experiencia espontánea de iluminación (satori) descrita en su biografía. Según Claudio Naranjo, esta experiencia, así como la práctica de la meditación sirvieron de base para que Perls fuera moldeando (quizá sin saberlo) su terapia como un equivalente moderno de la práctica budista. Finalmente en Esalen, lugar creado por dos discípulos de Alan Watts (brillante difusor del zen en Occidente), contrasta la actitud pública de Fritz de bromear y descalificar todo lo que sonara a misticismo (como decir del zen que producía catatonía al igual que la asociación libre freudiana producía disociación) con su comportamiento privado, según el testimonio de Naranjo: «Fritz, personalmente, meditaba -por lo menos en la época de su vida en que lo conocí-, pero como consecuencia de su escasa disposición a alabar cualquier otra forma que no fuera la suya propia, daba la impresión de menospreciar todo lo relacionado con la espiritualidad. Como consecuencia, algunos gestaltistas actuales no se percatan de que la conciencia meditativa constituye el autoapoyo más profundo». Las similitudes que Naranjo resalta entre gestalt y zen son la invitación a suspender el pensamiento conceptual, la apreciación de la espontaneidad y un estilo característicamente cortante y severo por parte del maestro-terapeuta. De la aceptación de la no-experiencia, de la nada, ya hemos hablado en el punto 0-vacío fértil, rescatando este aspecto criptobudista de la terapia gestalt. Igualmente encontramos en Perls términos budistas como satori o maya. La iluminación o satori, que el zen define como «la iluminación última, el umbral, el velo que se desgarra, la paz que viene en sí misma, la comprensión total, la revelación», era el término que Perls utilizaba para referirse a algo más profundo que el insight: el descubrimiento de la verdad personal, de la esencia o del ser. Así es que podríamos decir que el concepto de salud gestáltico se explica a veces en términos budistas: satori, o «despertar» y el mismo Fritz equiparaba las finalidades del budismo y la terapia: «la tarea de todas las religiones profundas, especialmente el budismo zen, o de una terapia realmente buena, es el satori, el gran despertar, el despertar de los propios sentidos, el despertarse de los propios sueños» (Perls, 169, p. 160). Igualmente a la neurosis se la define como oscurecimiento de la conciencia, como maya, que era la forma con que Perls se refería a la «zona intermedia» (fantasías, prejuicios, fobias...) que distorsiona la experiencia interna-externa. Maya es la concepción del mundo sustentada por una cultura, aquello que determina la confusión neurótica (confundir la fantasía con la realidad) y que hay que atravesar puesto que «lo que persigue una forma de liberación no es destruir a maya, sino verla tal como es, o ver a través de ella». Perls llamaba computación a perderse en esa zona intermedia de pensamientos y fantasías (maya) que dificulta el contacto con la realidad. La meditación persigue ese mismo contacto para no confundir el mundo como es con el mundo como se piensa, como se habla de él o se le describe: «Si pienso todo el tiempo, es decir, si estoy continuamente hablando conmigo mismo, no tengo nada en qué pensar a no ser pensamientos. Por ende, estoy viviendo totalmente en el mundo de los símbolos sin estar jamás en relación con la realidad. Y quiero ponerme en contacto con ella: ésa es la razón básica para la meditación». Este contacto con la experiencia real se ha descrito a veces según los términos de la antigua psicología de la gestalt: observar el fondo y dejar que emerja la figura, sin manipular la fluidez organísmica. En el trabajo gestáltico tiende a enfatizarse el valor significativo de la figura (como situación inconclusa) mientras que el fondo es «difuso y amorfo. Su poder reside en su fertilidad» según palabras de los Polster, lo que supone un enfoque del fondo como lugar privilegiado de la conciencia y esto nos remite de nuevo al budismo: «Percibir el proceso figura/fondo desde el punto de vista dualístico de la figura, es el estilo habitual de los seres humanos. Percibir este proceso desde el punto de vista unitario del fondo, es el modo zen». Así es que no es gratuito que Perls abandonara tempranamente la metáfora de figura-fondo en aras de la vacuidad, no de forma explicita, pero sí reconocible en su manera de trabajar el vacío. Watts lo explica certeramente y uno no puede dejar de ver la actitud de Fritz detrás de estas palabras: «El principio budista de que la forma es vacío (sunya) indica que las formas son inseparables de su contexto, que la forma de una figura es también la de su fondo. La doctrina de Sunyata o Vacuidad, afirma que no existen formas por sí mismas, pues cuanto más se concentra uno en una cosa individual, más se complica con el universo entero».
Hemos hablado de meditación y vamos ahora a reflexionar sobre el continuo atencional y sus semejanza con una práctica del budismo hinayánico: la meditación vipassana.
Continuará...
Fuente: fritzgestalt.com
Imagen: ENTERAPIA.ES
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