En la infancia absorbemos las identidades de nuestros familiares, luego de nuestros profesores, amigos y personajes famosos, formando con ellas un Yo imitado que proyectamos al mundo, transformándolo de acuerdo con lo que creemos ser. Si hemos padecido abusos en la infancia, decimos que el mundo es injusto. Si nuestros padres, por narcisismo, nos han invalidado mentalmente, acabamos creyendo que estamos poseídos dos por alguien con poderes malignos... Al encontramos ante una persona que sufre por esta causa, no debemos decirle «Es una ilusión» sino: «Te creo, estás poseído: vamos a solucionarlo». «¡Nadie me ama!»: «En efecto, nadie te ama: veamos qué debes hacer para que te amen». «¡Soy un inútil!»: «De acuerdo, eres un inútil: descubramos la manera en que puedes desarrollar tus capacidades». Cada pensamiento atrae su equivalente en el mundo: la realidad, en cierta forma, es nuestro espejo. Decimos «en cierta forma» porque este mundo es una resultante producida entre lo que él es y lo que nosotros creemos que es. Basta actuar en el mundo proyectado con la finalidad de descubrir su naturaleza esencial para que en él se produzcan «casualidades» que nos ayudan a lograr lo que queremos. En una sala de baile, si no invitamos a bailar a alguien, nos quedamos sentados. La realidad es una danza. Si deseamos fracasar, el mundo, convertido en enemigo, nos ayuda a fracasar. Si deseamos tener éxito, el mundo se convierte en nuestro aliado. En la memoria, las experiencias reales y las del sueño se graban de un modo semejante. Haciéndonos conscientes de ello, podemos tratar la realidad como si fuera un sueño. Si no tenemos trabajo, es útil que nos preguntemos «¿Por qué sueño que nadie me da un trabajo?» tal como haríamos ante un psicoanalista buscando el significado simbólico de una imagen onírica. Pero en «¿Por qué he soñado que me roban la cartera?», si el hecho nos ha sucedido en realidad, encontraremos respuestas porque las motivaciones del ladrón están en nosotros mismos.
Una señora sueña que acaba de acostarse en su dormitorio. De pronto la ventana se abre violentamente y un negro musculoso entra en el cuarto. Está desnudo y exhibe un miembro enorme en plena erección.
-¡Socorro! -grita la dama
-oh Dios mío, ¿qué me va a suceder? El negro le responde dulcemente:
-No lo sé, señora. ¡No soy yo el que sueña, sino usted!
La realidad, primero, podemos interpretarla como un sueño. Luego podemos continuar soñándola en el sentido que le hemos encontrado. Y por fin, conducimos en ella como lo hacemos en un sueño lúcido: con desprendimiento y consciencia, logrando introducir actos que transformen positivamente lo que acontece. Si cambiamos nuestros pensamientos, cambiamos el mundo.
Continuará...
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Consejos de Alejandro Jodorowsky, en “Cabaret Místico”
Extraordinario!!!
ResponderEliminarMuy interesante.
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