Para realizarnos debemos conservar en nuestro espíritu un territorio inviolable, que llamaremos “jardín secreto”. Si no lo hacemos, seremos invadidos por familiares, amigos, enemigos, comerciantes, personalidades poderosas, etc. No seremos nosotros mismos. El amor simbiótico es una ilusión. La soledad interior es absolutamente necesaria. Hay que defenderla para evitar ser vampirizados o colonizados. Esta manera de sobrevivir no debe ser confundida con el egoísmo. Quien cultiva su jardín secreto sabe respetar el jardín secreto de los demás. El curandero mexicano Carlos Said, antes de intentar sanar a un enfermo, le coloca una gruesa cuerda alrededor del cuello y le dice: «La enfermedad que te aqueja es tuya, no mía». En el fondo, la enfermedad expresa el deseo de obtener un territorio personal. El jardín secreto es de naturaleza espiritual: quien quiera llegar al Yo esencial debe desprenderse del deseo animal de poseer una parcela de terreno, una raíz geográfica, una nacionalidad. El mago pertenece a la totalidad, no a la parte. Su territorio no se mide en kilómetros: es el cosmos entero; su consciencia es también la Consciencia universal; interiormente no tiene edad, ni nombre, ni definición sexual, ni atributos. Es libre porque no posee ni se estanca, vive en continua expansión. Sin embargo, aunque el jardín interior sea una ilusión, gracias a él el mago puede navegar con su Yo esencial por las infinitas conexiones del sueño para influir positivamente en la salud colectiva.
Continuará...
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Consejos de Alejandro Jodorowsky, en “Cabaret Místico”
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