viernes, 18 de abril de 2014

María Y José

María es una joven que se ha casado con José. Naturalmente, este  último es también muy joven. En forma contraria a cómo uno lo imagina, no es  viejo. El Evangelio se toma la molestia de precisar con gran claridad que Zacarías era añoso; a la inversa, en ningún momento se especifica que José fuera anciano. Sólo lo dice la tradición popular.
Evidentemente, esta tradición quiere que José sea un viejo porque resultaría escandaloso que María viviera con un hombre. Se quiere que María habitara con un impotente, no con un varón.
Sin embargo José es un hombre joven y bello; de otro modo, ¿por qué esta joven tan hermosa y perfecta se iba a casar con un viejo impotente? ¿Qué haría con un abuelo? Y por otra parte, ¿por qué un anciano se querría casar con una joven virgen poseedora de este espíritu increíble, esta pureza y esta fuerza con que, sabemos, está dotada? Si alguien afirma lo contrario, que explique por qué José debe ser un vejete.
Hacer de José un hombre acabado es despojarlo de toda su potencia. De hecho, se trata de un hombre joven y vigoroso, un adolescente en plena forma y poseedor de un perfecto aparato genital. Concebirlo de este modo me parece más procedente, más adaptado a nuestra época, puesto que son los jóvenes quienes van a producir el Cristo.

Del mismo modo y pensando en términos artísticos puedo más que concebirlo joven. Si yo escribiera el Evangelio no repetiría uno de mis «efectos» dramáticos. Ya Zacarías es un anciano: ¿por qué reiterar esa situación con José? Esto significaría que dos personajes importantes del Evangelio son hijos de ancianos y que únicamente los viejos pueden procrear a los profetas y a los Dioses.
Es mucho más bello concebir a José tan joven como María -o apenas un poco mayor que ella- y a ambos en edad de casarse según la tradición judía de esa época. Si deseaban tener hijos, los judíos no esperaban a ser viejos para contraer matrimonio.
Además, es hermoso que José sea joven y que no acepte cuando su mujer le dice «Estoy encinta de Dios». Eso nos muestra que la amaba por completo.
José provenía de la línea de David y habitaba en la ciudad de éste, Belén, hacia el tiempo en que María era residente de Nazaret. Más tarde, para el censo -como se ve en «Nacimiento y circuncisión de Cristo» (Lucas 2:1-21)-, José se lleva a María a Belén.
Vimos ya que Nazaret es una aldea casi imaginaria por ser uno de los puntos más pequeños del país. María no era oriunda de Belén; por lo demás, no se habla de su familia ni se describe su árbol genealógico. María proviene de una familia anónima.

¿Cómo fue que un hombre surgido de una descendencia prestigiosa se casó con una mujer sin linaje conocido y residente en una aldea casi inexistente? La respuesta es que estaba perdidamente enamorado de ella. Si José no hubiera amado tan completa, terrible, profunda y apasionadamente a María, la historia no tendría ninguna razón de ser. Es el más grande amor que la humanidad ha conocido. El amor de José y María es más grande que el de Romeo y Julieta.

¿En qué momento María comunica a José que está encinta? Apenas Dios la ha poseído, María sabe, por sentir la potencia sagrada en su cuerpo, que ya está encinta. E inmediatamente emprende viaje para visitar a Elisabet y permanece con ella hasta el nacimiento de Juan, que tiene lugar tres meses más tarde. En seguida, supongo, regresa a su casa y al entrar encuentra a José. Entonces le anuncia «Estoy encinta de tres meses». Si se hacen cuentas a partir de los datos ofrecidos en este capítulo del Evangelio, existe aquí una cierta discrepancia temporal; pero no nos preocupemos por ello: estamos en la región de los mitos, donde algunas leyes humanas son abolidas. El Evangelio nos dice que como José era justo y no quería que el pueblo la lapidara por adulterio, decidió partir en secreto.

Volvamos a imaginar, con todos los elementos que tenemos ahora, el tremendo shock que José recibe al averiguar que la mujer que ha elegido para casarse está encinta de Dios, quien por tanto se convierte en el rival de José.
En lo personal, si amo profunda y completamente a una mujer y me entero de que ha sido preñada por Dios, es muy cierto que estaría celoso de él al igual que si se tratara de cualquier otro. ¿Qué bien podría aportarme el hecho de que sea Dios? Mi primer impulso es el de ver quién me ha robado a mi mujer. ¡Él me ha burlado! Si hay tantas mujeres, ¿por qué ha escogido justamente a la mía? ¡Es el más grande amor de mi vida y jamás tendré otro!
El hecho de que María haya sacrificado su vida sexual por la creación de Jesús, implica que José ha sacrificado también la suya por la misma enorme y hermosísima razón. Igualmente hermoso es que la historia de María y José sea una historia de amor. Ello dota aún de más fuerza a la partida en secreto de José.
Después él sueña que un ángel le habla. Hemos visto ya la maravilla que puede ser un ángel: un complejo polígono de fuego. El ángel le dice «Debes guardar a María cerca de ti porque de este niño depende el destino de la humanidad». Esto es determinante: el destino de la humanidad depende de José, puesto que él podría hacer que lapidaran a María.
Más tarde este destino depende todavía de José, porque tras un nuevo sueño, él se lleva al niño a Egipto para protegerlo de Herodes. Y luego es también José quien se lo lleva de Egipto. Nunca se repetirá lo suficiente: sin José no habría Cristo.
Es un hombre que va a seguir a su mujer en la medida en que ella ha elegido vivir con el máximo de toma de conciencia.

Eva hizo lo mismo: sin ella no habría existido María. La gran heroína de nuestro mito o de nuestra religión es Eva. Adán vivía indiferente en el Edén, brincoteando como un niño pequeño. Si hubiera permanecido ahí, hoy estaríamos en el paraíso, ni más ni menos inteligentes que unos gorilas. Nada habría pasado. Sin embargo, Eva deseó ser inteligente -fue ella quien hizo el movimiento hacia el despertar cuando escuchó a la serpiente, es decir cuando obedeció a la llamada del intelecto. Sin ella no habría habido una caída y sin
ésta no habría existido una ascensión. Sin Eva, María no habría existido, puesto que María equivale a su realización.
Cuando veneramos a María deberíamos también rendir homenaje a Eva y comprenderla. Si un día se realiza la toma de conciencia colectiva, será gracias a ella. Eva comió del árbol del conocimiento e hizo bien. Ahora llegamos al fin de ese árbol y debemos comer del árbol de la eternidad. Según el mito o la religión, debemos morder el fruto de la eternidad. Alcanzaremos lo eterno. Gracias a Eva, gracias a la serpiente. («¡Oh alma, que haces de tu caída una ascensión!», dice el Dibouk, una pieza de teatro yiddish.)

Es una cuestión de preferencias: hay quien decide que José era un anciano de barba blanca que arrastra los pies y tiene las manos callosas por haber trabajado tanto la madera; a la vez que María era una muchacha inocente, ignorante, ingenua, dedicada a alimentar a su bebé.
Según esta versión, la imagen de María corresponde a una mujer buena, pura, ingenua, ulteriormente ignorante y un poco boba. En efecto: José la protege sin saber demasiado por qué. María es tan humilde que Dios le ha hecho el honor de producir a Dios. La máxima de sus «cualidades» es la de seguir a José, dejarse llevar. Este anciano, lleno de experiencia, cuida a esta pequeña y gentil María. Le dice «Nos vamos a Egipto, querida mía. ¡No te preocupes! Yo conozco la vida. ¡Sígueme tranquilamente! ¡Ocúpate de tu bebé!
¡Dale de mamar!». Y ella, inocente y sumisa, responde «Sí, mi querido José. Te escucho y te sigo».
¡En absoluto es posible pensar que José y María eran así! En lo personal, los veo a ambos jóvenes, sólidos y despiertos.

Veo a la Virgen María firme y fuerte. Es tan fuerte que ha engendrado a un Dios. Para ser capaz de llevar el poder entero de Dios en su vientre, hace falta que María posea una considerable energía física. Hacen falta un vientre y unos ovarios plenos de energía, un útero poderoso y de una elasticidad indescriptible. Hacen falta buenas piernas y un pecho pleno de una leche maravillosa.
Para alimentar a Dios, a María no podía faltarle la leche. No le iba a ofrecer un alimento ácido o envenenado, o uno que le causara urticaria. No: ella está plena de purísima leche y le proporciona absolutamente todo lo necesario.
María es fuerte. No cultiva ningún temor. Nadie la asusta. ¿Cómo María va a atemorizarse de cualquier cosa si ni siquiera se ha espantado ante el ángel Gabriel, que se tiene ante Dios?
Es una mujer que ha sido envuelta con la sombra del Señor. Esto es como un choque eléctrico comparable al de tres mil sillas eléctricas. Hay que imaginar el inconcebible placer que ella recibe en el curso de este suceso. El Espíritu Santo ha entrado en su corazón, que está abierto, y Dios entero se ha introducido en su cuerpo. El poder total la ha penetrado. ¿Podría una débil jovencita vivir momento así?

En mitad de esta sombra inconmensurable, por vez primera María ha sentido a la divinidad penetrando en cada una de sus células. ¿Será imaginable un placer más grande que el experimentado cuando el propio Dios entra en un cuerpo humano? Es interminable todo lo que esto representa. Cuando Dios entra en los ovarios de María, ella no ofrece ninguna resistencia. La vagina está íntegramente humedecida (porque se trata de un ser normal que experimenta un deseo total). El corazón está completamente abierto. El cerebro totalmente vacío. Nada de familia, de recuerdos, de nada: María no es sino carne abierta. Su corazón, su sexo, todo está abierto. En ese instante, Dios mismo ha invadido cada célula de su cuerpo, que debe haber experimentado un temblor inmenso. Mana debió dar pruebas de una fuerza inconcebible para contener a este poder enorme.
Así, en medio de una explosión de inconmensurable placer, María absorbe la divinidad en sus ovarios y queda encinta.

La mujer que ha atravesado una experiencia semejante debía estar acompañada por un hombre igualmente fuerte. Este hombre era José. Él estaba listo para batirse contra Roma entera, contra el mundo entero. Estaba presto a guardar el secreto de este nacimiento durante toda la infancia de Jesús. Recordemos que si se hubiera sabido, el niño habría sido asesinado. José está más que dispuesto a defenderlo. Para ello se lo lleva a Egipto en cuanto recibe la orden.
Pasan diez años en el extranjero. ¿De qué vivieron durante este periodo? Del oro que les habían ofrecido los Magos. No eran una pareja de pobres campesinos: poseían un cofre de oro, así como mirra e incienso, dos sustancias que valían su peso en oro puesto que eran muy difíciles de encontrar.

Cuando pienso en la Virgen no puedo olvidar que actualmente existe un alto porcentaje de mujeres que no conocen el orgasmo cósmico.
Lo peor es que esta frigidez femenina en nuestra civilización proviene de una mala interpretación de María. Justamente la mujer que ha tenido el mayor orgasmo en la historia de la humanidad, ha producido la más considerable cantidad de mujeres frígidas en el mundo.
En el curso de mi trabajo con la psicogenealogía me he encontrado con árboles genealógicos en que todas las mujeres se llaman María y los hombres
José. Muy frecuentemente llevar estos nombres corresponde a una penuria sexual.
En una mala interpretación de los Evangelios, la Virgen María es representada frígida y José impotente. Esto ha generado dramas masivos, suicidios, neurastenias, alcoholismos, cánceres, tuberculosis, enfermedades cardíacas, etcétera. El drama de nuestra mitología mal interpretada, en la cual existe una concepción de la Virgen María sin sexualidad, ha provocado más muertes que Hitler. Familias completas han sido afectadas por este problema que, por lo demás, es el causante de estragos ecológicos y sociales, de vidas perdidas por personas que han carecido completamente de placer en la vida, por personas de sexos secos, de orgasmos precoces, etcétera...
Si nos aplicamos a leer verdaderamente el mito al pie de la letra, encontramos sin lugar a dudas que ha sido María quien ha recibido el más grande placer en toda la historia humana.

Si ha habido un ser que experimentara un orgasmo cósmico, ha sido ella. No puede, por tanto, ser el símbolo de la sequedad. Bien al contrario, ella es el símbolo de la mujer gozosa y satisfecha en todo su ser.
Además, María va a realizarse en cuanto madre. Es lo que veremos a continuación…

Continuará...

Alejandro Jodorowsky, en “Evangelios para sanar” (Ed. Siruela)
Pintura: Andrea del Sarto (La Sagrada Familia con José, María y el niño Jesús)


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