«Dios da, Dios quita, ¡bendito sea Dios...!», «No pensaremos en su ausencia, agradezcamos el tiempo durante el cual alegró nuestras vidas...», «La gota divina regresó al océano original...», «Su alma se ha disuelto en la feliz eternidad...», «Los muertos no sufren...», etc. Toda frase o idea que se digan unos padres que han perdido un bebé, por muy sabia que ésta fuera, no los consolará. El hecho de sepultar el cuerpo, o de incinerarlo para después esparcir sus cenizas, es sentido por el inconsciente como un regreso a la materia, a la frialdad de la oscuridad terrestre. Para completar la ceremonia de despedida agregando un alivio espiritual, aconsejo a los deudos:
Enmarcar una fotografía del niño/a fallecido y atar cuatro o más globos blancos llenos de gas en ella para que la encumbren y se pierda en el cielo.
(Esta misma ceremonia puede ser realizada con la fotografía de un familiar adulto o de un animal que haya sido nuestra mascota.)
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Alejandro Jodorowsky en “Manual de Psicomagia”.
Imagen: D- Gabriela
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