Tenemos la falsa creencia que cuando más sofisticada sea nuestra manera de expresarnos, más seremos tenidos en cuenta, respetados y hasta amados. De manera que lo que podría decirse utilizando un simple término acaba siendo un enjambre de palabras sin sentido. Ante esto cabría hacernos la siguiente pregunta, ¿de donde proviene esta absurda creencia? Algunos podrían adjudicarlo a como hemos sido educados en nuestra etapa escolar, otros más minuciosos lo atribuirían a una compulsa hacia nuestros progenitores queriéndoles demostrar nuestra superioridad así sea en términos lingüísticos. Lo cierto es que aquello que pretendía decirse; inclusive esto, no es más que una señal equívoca que para amar o ser amados simplemente basta contemplarnos en silencio.
Imagen: Simple by Ben Kelevra
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