martes, 26 de noviembre de 2013

Fragmentos Del Libro “El Profeta”, De Khalil Gibran: El Amor

Dijo Almitra: Háblanos del amor.
Y él alzó la cabeza y miró a la multitud y un silencio cayó sobre todos, y con fuerte voz dijo: Cuando el amor os llame, seguidle, aunque sus caminos sean agrestes y escarpados.
Y cuando sus alas os envuelvan, dejadle, aunque la espada oculta en su plumaje pueda heriros.
Y cuando os hable, creed en él, aunque su voz pueda destrozar vuestros sueños. Como el viento devasta vuestros jardines. Porque así como el amor os corona, así os crucifica. Así como os agranda, también os poda.
Así como asciende a lo más alto, acariciando vuestras más tiernas ramas, que se estremecen bajo el sol, así bajará hasta vuestras raíces y las sacudirá en un abrazo con la tierra.
Os desgarra para desnudaros. Os cierne, para poder libraros de vuestras coberturas. Os pulveriza para volveros blancos. Os amasa, hasta volveros flexibles y dóciles.
Y os asigna luego a su fuego sagrado para que podáis convertiros en sagrado pan para la fiesta sagrada de Dios.
Todo esto hará el amor en vosotros, para que podáis conocer los secretos de vuestro corazón y convertiros, por ese conocimiento, en un pedazo del corazón de la vida.
Si es vuestro miedo lo que os lleva a buscar solamente la paz y el placer del amor, entonces mejor cubrir vuestra desnudez y alejáos de sus umbrales hacia un mundo sin primavera en el cual reiréis, pero no con toda vuestra risa y lloraréis, pero no con todas vuestras lágrimas.
El amor no da nada más que a sí mismo, no toma nada más que de sí mismo. No posee ni es poseído. Porque el amor es suficiente para el amor.
Cuando améis no debéis decir "Dios está en mi corazón", sino "estoy en el corazón de Dios".
Y no penséis que podréis dirigir el curso del amor, porque el amor, si os halla dignos, dirigirá vuestro curso.
El amor no tiene más deseo que el de alcanzar su plenitud. Pero si amáis y habéis de tener deseos, que sean así: De diluiros en el amor y ser como un arroyo que canta su melodía a la noche.
De conocer el dolor por sentir demasiada ternura.
De ser herido por la comprensión que se tiene del amor; y de sangrar de buena gana y alegremente.
De despertarse al alba con un corazón alado y dar gracias por otra jornada de amor.
De volver a casa al crepúsculo con gratitud, y luego dormirse con una plegaria en el corazón por el bienamado, y con una canción de alabanza en los labios.

Extraído de “El profeta”, Khalil Gibran.
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