sábado, 12 de abril de 2014

Un Modelo Que No Se Debe Imitar (Primera Parte)

A la salida de un espectáculo, una dama suplica a una corpulenta cantante:
-¡Me gustaría muchísimo tener una foto suya de cuerpo entero!
-¡Se la daré de inmediato! -responde, halagada, la cantante- ¿Es para colocarla en algún álbum?
-No -contesta la dama- Quiero ponerla en la puerta de mi frigorífico, así me obligo a seguir mi dieta.

Vemos aquí el encuentro de dos puntos de vista diferentes. Es cierto que, en la base, todos vivimos en la misma realidad pero no en el mismo mundo mental. Cada cual proyecta sus deformaciones interiores en el exterior. Muchas veces, no sabiendo quiénes somos, para vivir entre los demás nos colocamos una máscara que corresponde a lo que ellos creen que somos. Tenemos limitadas medidas personales,que aplicamos como si fueran normales; lo que se parece a lo que creemos ser nos proporciona seguridad, lo que es distinto despierta nuestra desconfianza y agresividad. No somos conscientes de que hablamos con un mismo idioma lenguajes diferentes. Vivimos dando a las cosas y a los hechos significados muchas veces opuestos a los de los demás.

Una niña le dice a su madre:
-Mamá, por favor, dame dos euros para un pobre señor que está gritando en la calle...
-Por supuesto -responde la madre- ¿Qué es lo que grita ese pobre señor?
-Grita: «¡Helados! ¡Dos sabores, dos euros!».

Cada ser viviente tiene de la realidad un punto de vista distinto. Ser parecidos no es ser iguales. El camino de la Consciencia exige el darnos cuenta de nuestra esencial diferencia. «Todos iguales obedeciendo a un solo jefe» es tiranía. «Todos diferentes colaborando en una meta común» es democracia.

Se encuentran dos africanos en la plaza de su aldea. Uno le dice al otro:
-Ayer fui a la selva y me encontré con un león que me hizo fsss...
-¡Mentiroso, los leones no hacen fsss! ¡Hacen groaarrrrl
-Es que éste estaba de espaldas.

¿Qué es lo bueno, qué es lo malo? Un cuento sufí narra cómo un sabio, cuando su hermoso alazán rompe la puerta del establo y escapa, y sus vecinos vienen a compadecerlo, con una dulce sonrisa les responde: «Quizá sea para bien». Seis meses más tarde el alazán regresa acompañado de diez caballos salvajes que lo consideran jefe de la manada. Cuando los vecinos acuden a felicitarlo, el sabio responde: «Quizá sea para mal». El hijo del sabio quiere domar uno de los caballos. Y éste, indómito, lo lanza a tierra cuando lo intenta. Al joven se le rompe una pierna y queda cojo para siempre. El sabio dice a los vecinos que vienen a consolarlo: «Quizá sea para bien». Estalla la guerra y todos los muchachos de la aldea son obligados a incorporarse en el ejército, excepto el hijo del sabio, a causa de su cojera... Y así, de bien en mal, de mal en bien, se establece una cadena en la que las causas y los efectos no pueden definirse como positivos ni como negativos. La mirada que sólo ve el presente, es limitada. El sabio observa las cosas desde un tiempo eterno.

Un automovilista, furioso por haber tenido que frenar en seco para evitar el choque con el coche que le precede, exclama:
-¡No vale la pena preguntarse si es una mujer la que conduce!
Para su gran sorpresa, es un hombre. Entonces exclama: -¡Seguro que es su madre quien le ha enseñado a conducir!

Se puede decir que el conductor es misógino. Para él son siempre las mujeres quienes conducen mal... Pero, profundizando un poco más en el sentido de este chiste, podemos concluir que tratamos de hacer concordar la realidad con nuestras opiniones. A lo largo del día, interpretamos todo cuanto nos sucede de tal forma que no cambiamos en nada: la culpa no es nunca nuestra, siempre es de los demás. El Yo personal lo transforma todo en provecho propio. Deformamos constantemente la realidad para encontrar excusas que nos justifiquen.

Reflexión de un mosquito: «No sé qué gusto encuentran los hombres en darse de bofetadas por la noche».

Encerrados en nosotros mismos, no nos damos cuenta de que somos los causantes de nuestros problemas. Nos comportamos como parásitos del mundo, siempre pidiendo y nunca dando, con la actitud del cínico satisfecho, hasta que de pronto el mundo nos rechaza, nuestros planes se desmoronan y culpamos de tales fracasos a la mala suerte. No se puede vivir devorando frutos ajenos sin sembrar nunca.

Continuará...



∼✻∼
Alejandro Jodorowsky, en “Cabaret Místico”
Ilustración: Matt D. Rauch

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