martes, 6 de enero de 2015

Tras La Pista De Los Reyes Magos Y La Estrella De Belén (Tercera Parte)


Por Jesús Gerardo Rodríguez Flores 
Sociedad Astronómica de la Laguna (México) 

El destino de los Reyes Magos.
Con el tiempo aparecieron sus cuerpos en Milán. ¿Cómo llegaron allí? fue la pregunta que todo mundo se hacia. Para contestarla, en el siglo XII empezó a circular la siguiente tradición:

A principios del siglo cuarto, la anciana madre del primer emperador cristiano, Santa Elena, después de hallar milagrosamente en la colina del Gólgota la Vera Cruz, se preocupó por asegurar a la veneración de los fieles también los despojos mortales de los Reyes Magos, los cuales hasta entonces habían permanecido dispersos, y los hizo trasladar de Persia a la ciudad que ya llevaba el nombre de su hijo, Constantino el Grande. En Constantinopla los huesos fueron puestos en un gigantesco sarcófago de granito, y permanecieron allí hasta el reinado del emperador Manuel, en tiempos de la Segunda Cruzada, en el siglo XII.

Medio siglo después, el obispo de Milán, San Eustorgio, religioso noble de origen helénico, visitó Constantinopla para que el emperador le permitiera aceptar su reciente nombramiento. El emperador le regalo los cuerpos de los tres reyes, y trasladó las veneradas reliquias hasta la lejana sede de su diócesis. Para ello adquirió dos robustos bueyes y un carro, hizo cargar sobre éste el sarcófago y emprendió la marcha. Relata la leyenda que la misma estrella que siglos antes había señalado a los Reyes el camino de Belén, resplandecía en la ruta de San Eustorgio, y lo guió a todo lo largo del difícil camino. Pero al pasar por las ásperas montañas de los Balcanes, sucedió que un lobo hambriento asaltó y desgarró a uno de los dos bueyes. Para continuar su viaje, San Eustorgio domeño a la fiera insolente y la unció al yugo de su víctima. A fuerza de látigo, el lobo salvaje se transformó en lobo de tiro. Así San Eustorgio llega a Milán en el carro tirado por un buey y un lobo manso, cargado con los restos de Melchor, Gaspar y Baltasar, siendo recibido con júbilo por los milaneses. Esta leyenda fue tan aceptada en la Edad Media, que desde fines del siglo XII, fue tenida por hecho histórico irrefutable.

Las reliquias, colocadas en la iglesia de San Eustorgio, fueron uno de los más legítimos orgullos de los milaneses. Pero en 1162 Milán es saqueada y destruida por el emperador alemán Federico Barbarroja. Su consejero Reinaldo de Dassel, obispo de Colonia, no olvidaba, en medio de la contienda, los intereses de su diócesis, y pidió al emperador permiso de llevar a la ciudad renana las ilustres reliquias. Según otros relatos que han llegado hasta nosotros, las reliquias se encontraban en tres sarcófagos donde había tres cuerpos incorruptos, estos sarcófagos estaban rodeados por un círculo dorado, como indicando que no debían ser separados. Cuando Reinaldo se presentó en el templo de San Eustorgio para apoderarse de ellas, los sacerdotes le dijeron que el sarcófago contenía los restos de Dionisio, Rústico y Eleuterio, y que no sabían nada respecto a los nombrados Melchor, Gaspar y Baltasar. Reinaldo, escéptico, mandó que se levantara la pesada losa. Le esperaba una sorpresa aún más grande: la tumba estaba vacía.

Manos piadosas de milaneses habían extraído los huesos durante el sitio de los bárbaros, y los habían sepultado bajo la torre del campanario de la iglesia de San Giorgio al Palazzo. No se sabe a ciencia cierta como fue a parar Reinaldo al escondrijo donde descansaban los restos, lo cierto es que los Santos Reyes fueron localizados y emprendieron un nuevo viaje hacia 1164. Cruzaron los Alpes y siguieron el curso del Rin hasta Colonia. En la mismísima Colonia, las leyendas sobre los santos reyes continuaron. Según la tradición, cada calavera de rey conserva su inseparable corona. E incluso una crónica relata que un abad cisterciense de Castilla, Pedro de Gumiel de Hizán, al ser llevado ante la tumba de los Reyes Magos pudo escuchar el tocar de una flauta y los impacientes relinchos de unos caballos (?).

Esta ciudad data del año 50 d.C. y fue mandada fundar por el emperador romano Claudio quien se dice la creó en honor de su mujer la emperatriz Agripina, madre de Nerón, de la cual otras fuentes refieren que allí había nacido. El emperador Claudio quería convertir esta colonia en sitio de descanso para los veteranos de su ejército, para que a las orillas del río Rin tuvieran un sitio ideal para pasar sus últimos años después de haberle servido. La ciudad recibió el nombre de Colonia Claudia Ara Agrippinensis. Todavía en tiempos de Federico Barbarroja la ciudad era reconocida como Colonia Agrippina.

La afluencia de peregrinos de todos los ámbitos del Imperio, que querían venerar a los santos peregrinos de Belén, fue inmensa. Los prelados se vieron precisados a proyectar un templo digno de nuevo culto. El 15 de agosto de 1248 el arzobispo Conrado de Hostaden puso la primera piedra de la catedral de San Pedro. Pocos años después, maese Nicolás de Verdun terminaba el arca, obra maestra de la orfebrería gótica, en que se conservan desde entonces las insignes reliquias. La actual configuración de la catedral presenta siete capillas, la tercera corresponde a la tumba del arzobispo Conrado de Hostaden y la cuarta a las reliquias de los tres Santos Reyes. En sus vitrales destacan la representación de la historia de los Reyes Magos, así como la historia del emperador Constantino y su madre Santa Elena.

Los milaneses nunca se resignaron a la pérdida de los sagrados huesos reales, y siempre que pudieron volvieron a la carga para hacer valer sus derechos sobre ellos. En 1495 Rodrigo Borgia, que fue después el papa Alejandro VI, a instancias del duque de Milán Ludovico el Moro, pidió al arzobispo de Colonia la restitución de las reliquias; pero el sucesor de Reinaldo se negó. Tampoco tuvieron éxito en sus gestiones Pío IV, que era milanés, Gregorio XIII y el rey de España Felipe II que a la sazón dominaba el Milanesado. Finalmente en la frontera del siglo XIX y el XX, triunfó la habilidad diplomática del Cardenal Ferrari, arzobispo de Milán, que obtuvo la restitución de una tibia, un húmero y un esternón, vaya a saber el lector a cual de los Reyes pertenecieron tan “huesudas reliquias”. Estos tres huesos hicieron el viaje en tren, vía Basilea-Lucerna-Como; a su llegada fueron transportados con gran solemnidad a San Eustorgio, y colocados en el antiguo sarcófago.

Sin embargo la parte principal de las reliquias de los magos se encuentra en la catedral gótica de Colonia, donde también han pasado por momentos difíciles que provoca la historia. Debemos recordar que Colonia sufrió los bombardeos de los aliados en un intento por acabar con la Alemania nazi. Los mandos militares aliados fueron muy precisos para con sus pilotos de bombarderos en cuanto a advertirles que por ningún motivo arrojaran bombas contra la Catedral de Colonia, aún así, por un descuido 14 bombas hicieron impacto en ella, perforando algunas bóvedas. Cuando finalmente los estadounidense ingresaron en Colonia el 6 de marzo de 1945, vieron que en la catedral, el altar mayor había desaparecido y aunque parte de la construcción estaba intacta, todas las reliquias habían desaparecido, entre ellas las de Santa Ursula, así como los Reyes Magos. Nuevamente los Santos Reyes Magos habían sido extraídos de la catedral, en esta ocasión para resguardarlos de los bombardeos y demás consecuencias de la guerra. Por fortuna, un par de meses mas tarde se supo que las reliquias habían sido encontradas accidentalmente por un joven oficial de Oklahoma cuando exploraba una mina de cobre abandonada, cerca de Siegen en Vestfalia.

Fin

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Imagen: Los Reyes Magos by Roberto Weigand
Montaje de Imagen: Manny Jaef 

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