miércoles, 21 de enero de 2015

Los Secretos De La Abuela

Los secretos de familia son como viejas sombras que se nutren de emociones y situaciones dolorosas que no han visto la luz del sol. Estos secretos viven de la oscuridad, de nuestra más y profunda oscuridad.

En el comedor del piso de mi abuelita percibo ligeramente estas entidades, como pájaros nerviosos. Nos rodean y ríen de nosotros, reunidos otro año para el cumpleaños de la abuelita. Me vuelvo de lado para dejar que el sol, que entra oblicuamente desde la ventana, me acaricie las manos. Es un día de invierno como tantos otros, es domingo y hemos tenido que hacer la comedia, ir a misa a escuchar al cura decir tonterías sin-sentido, con paciencia hemos vuelto al piso después de haber pasado por la pastelería a comprar un brazo de gitano, gestos y acciones casi mecánicos, rituales que a mi punto de vista ya no tienen sentido. Ya hace tiempo que siento que me estoy alejando de este grupo de personas que durante mi infancia habitaron mis juegos y sueños. La separación física ha hecho que de repente me sienta aún más extranjera aquí que allá. Esta constatación me hace sonreír, y mi prima Hermione, que siempre se fija en todo me pregunta ¿qué es lo que pasa en mi pequeñito cerebro?

¿Qué secretos hay en nuestra familia, secretos oscuros que habitan nuestra cueva más profunda? Qué es lo que nunca se ha dicho pero que muerde la raíz de nuestro árbol familial? Rumores corren de que tío Bastiano, el que vive ahora en un país oriental, hubiese abusado de... O que tía Helena, la de Islandia, cuando de chiquita fue... Quien sabe. Y sin embargo estos rumores abren como una ventanita hacia algo más intenso, dan relieve a tantos malentendidos y malas posturas. Yo siempre he visto la familia, y más últimamente, como un animal deformado y disforme. Me gustan estas metáforas.

La abuelita nos mira desde su sillón verde, un sillón que fue comprado de un príncipe árabe que pasaba por el muelle y tío Ernesto, que trabajaba en una tienda de antigüedades en el barrio gótico, lo obtuvo por 5 mil pesetas. Esta es la historia oficial de este sillón que nadie podía ni puede utilizar, solo la abuelita que ahora festeja sus 90 años. Pero me pregunto yo qué hay más detrás de este sillón que tiene unas patas en forma de garras de león. También se insinúa que la abuelita, cuando de joven, fue una gran belleza admirada por muchos hombres y... Bueno, se dicen tantas cosas. Nunca podría imaginármela en otra forma que la que estoy admirando, la de una abuela sensata y derecha, con principios e ideales muy correctos.

La abuelita me hace un guiño. Sabe que cuando todos se marchen, quedaremos juntas ella y yo y podremos hablar del pasado. Quiero preguntarle un rumor que corre sobre mi madre: parece ser que se enamoró locamente, antes de conocer a mi padre, de un marinero americano, un hombre de ojos pardos. Y yo también tengo ojos grises. Nunca se sabe, a lo mejor tengo un padre marinero, y yo sin saberlo.

Andrea Garcia Portaluppi


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