El mago trazaba puertas en el aire e invitaba a entrar. Para ello se debía cerrar los ojos y no abrirlos hasta salir de nuevo. La ilusión era perfecta y cada espectador describía maravillado un interior distinto. El verdadero número consistía en que al regresar a su hogar, los espectadores se encontraban con el interior que habían descrito.
Brontis Jodorowsky
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