martes, 8 de abril de 2014

Quien Siembra Proyecciones Cosecha Enfermedades

El día en que Jesucristo cumple treinta años, los apóstoles, queriendo agasajarlo, le dicen:

-Maestro, tú, como nosotros, tienes un cuerpo dotado con un sexo. Sin embargo nunca has hecho el amor. ¿No te parece fundamental intentar esa experiencia?
-Por supuesto, amados discípulos. Pero ¿con quién?
-Muy fácil, Maestro. Daremos dinero a Magdalena y ella te iniciará.
Así lo hacen. Magdalena, sonriente, deja entrar a Jesús en su humilde cabaña. Cuando se cierra la puerta, los apóstoles se sientan frente a ella disponiéndose a esperar por lo menos dos horas la salida satisfecha del Maestro. Pero no ha pasado un minuto cuando la puerta se abre violentamente. Ven salir a Magdalena con los cabellos erizados, que huye hacia el desierto dando gritos. Jesús aparece desconcertado.
-¿Qué ocurrió, Maestro?
-No sé... No entiendo su extraña reacción. 
-Cuéntanos, por favor...
-Bien... Entré... Ella me sonrió y yo le sonreí... Ella me abrazó y yo la abracé... Ella me besó y yo la besé... Ella me acarició y yo la acaricié... Ella me desvistió y yo la desvestí. ¡Entonces vi que entre las piernas tenía una herida y la curé!

Este chiste está basado en esa concepción enferma que la sociedad masculina tiene de la mujer, viéndola como un hombre castrado. En México, entre otros nombres, a la vulva se la llama «el hachazo» y en Chile «la raja». En este cuentecillo Jesús se comporta como un ignorante bienintencionado. Por desgracia muchos terapeutas, médicos, curanderos y tarólogos hacen igual... Creen que el mundo es como piensan que es, sin darse cuenta de que esa «realidad» es como si fuese un símbolo: es decir, cada cual se forma de ella una imagen que corresponde a su herencia genética, familiar, social y cultural. En un mar de proyecciones e introyecciones el individuo padece, al mismo tiempo que todos los demás, un destino general deformado por la estructura de su personalidad; y decir «personalidad» es decir «trastorno».
En el clima psicológico familiar, en el que desde su nacimiento se sumerge el niño, se mezclan ideas locas con sentimientos desviados, deseos frustrados y acciones guiadas por concepciones antiguas que no se corresponden con los cambios actuales. Se le inculca al niño que debe ser como sus padres y otros familiares estiman que debe ser. Si no obedece estas normas, es considerado un traidor o un enfermo. Con silencios envenenados se le repite: «Es malo no parecerse a nosotros», «Es malo realizar 10 que nosotros no pudimos lograr», «Es malo entregarse a aquello que nosotros no nos atrevimos a desear», «Es malo haber nacido porque te convertiste en una carga», «Es malo que no te sacrifiques por nosotros porque nosotros nos sacrificamos por ti». En resumen: «Es malo que quieras ser tú mismo». Debido a que se nos inculca que somos culpables de ser lo que somos, nos sumergimos en una dolorosa neurosis de fracaso.
Hay que tener cuidado con aquellos terapeutas que utilizan a sus pacientes para asegurarse de que su propia enfermedad es la salud. (Sigmund Freud, a pesar de haber contraído un cáncer en la mandíbula, siguió fumando de quince a veintepuros diarios.) O con aquellos otros que piensan que lo que creen es la verdad.


∼✻∼
Alejandro Jodorowsky, en “Cabaret Místico”

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