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Claude Imbert
En “La danza de la realidad” escribe Alejandro Jodorowsky:
“Examinar las dificultades de una persona era entrar en la atmósfera psicológica de su medio familiar. Comprendí que estábamos marcados por el universo psicomental de los nuestros. Por sus cualidades pero también por sus ideas locas, sus sentimientos negativos, sus deseos inhibidos, sus actos destructivos. El padre y la madre proyectaban sobre el bebé esperado todos sus fantasmas. Querían verlo realizar lo que ellos no pudieron vivir o lograr. Así asumimos una personalidad que no era la nuestra, sino que provenía de uno o varios miembros de nuestro entorno afectivo. Nacer en una familia era, por decirlo así, estar poseído.
La gestación de un ser humano casi nunca se realiza en forma sana. Influyen en el feto las enfermedades y neurosis parentales. Al cabo de cierto tiempo, con sólo mirar moverse y oír unas cuantas frases de mi consultante podía deducir en que forma había sido dado a luz. (Si se sentía obligado a hacer todo rápido, había sido parido en escasos minutos, como con urgencia. Si frente a un problema esperaba hasta el último momento para resolverlo mediante una ayuda exterior, había nacido por fórceps. Si le costaba tomar decisiones, había nacido por cesárea, etc.) Comprendí que la manera en que nos paren, muchas veces no la correcta, nos desvía de nosotros mismos una vida entera. Y estos malos partos dependen de los líos emocionales de nuestros padres con nuestros abuelos. El daño se transmite de generación en generación: el embrujado se convierte en embrujador, proyectando sobre sus hijos lo que fue proyectado sobre él, a no ser que una toma de consciencia logre romper el círculo vicioso”.
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Imagen: Nacimiento by Human-Canvasa
Montaje de Imagen: Manny Jaef
@alejodorowsky en Twitter
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