El silencio es la explosión de la inteligencia. Silencio quiere decir: dentro de tí, eres sólo espacio, espacio sin estrépitos. Silencio quiere decir que has puesto a un lado todo el mobilario de la mente -los pensamientos, los deseos, las memorias, las fantasías, los sueños- todo lo has empujado al lado. Estás mirando la existencia directamente, inmediatamente. Estás en contacto con la existencia sin nada entre tí y la existencia. Eso es silencio...
El silencio se puede escuchar. Y cuando lo escuchas hay un entendimiento inmediato. El entendimiento viene como una sombra siguiendo el silencio. Entender las palabras y escuchar las palabras es muy simple. Cualquiera puede hacerlo: sólo se necesita un poco de educación sobre el lenguaje, no mucha. Pero se necesita una transformación tremenda para escuchar al silencio y entender el silencio. El silencio tiene que surgir de tu ser mismo.
Hay dos tipos de silencio: uno es el que cultivas, el otro es el que llega. Tu silencio cultivado es nada más que la bulla reprimida... Lo puedes lograr con la práctica pero es como sentarte encima de un volcán -el cual puede estallar en cualquier momento, por cualquiera pequeña excusa-. Esto no es verdadero silencio, sino un silencio forzado.
El silencio que se origina de tu ser mismo, que no se impone ni desde afuera ni desde adentro pero que llega, surge desde adentro hacia las afueras, se origina del centro hacia la circunferencia... ese es un fenómeno totalmente diferente.
El silencio que nace así, es tan grande que puede contener las palabras, puede contener el habla. Nada puede perturbarlo, es un silencio que no tiene miedo de las palabras. Hay gente que no habla, que parece estar en silencio. Su silencio parece estar en contra del habla, y un silencio que se pone en contra del habla todavía es parte del habla. Es una ausencia: no es una presencia.
¡La ausencia del habla no es mi silencio! El silencio es una presencia. Te puede hablar. Te puede cantar. Tiene una energía tremenda. No es vacuo, es una realización.
El verdadero silencio no es el silencio del cementerio, no es el silencio de la muerte. Es el silencio de la vida, un silencio pulsando con la vida, que al pulsar es positivo, afirmativo. Es un gozo. No es la ausencia de la preocupación. Es la presencia del éxtasis.
Uno puede escapar y lograr un cierto silencio pero sólo será una ausencia de tensión, que no es nada especial. El silencio verdadero tiene que existir en la plaza del mercado, en la muchedumbre, ¡en plena rumba! Cuando nada te distrae, cuando nada te perturba, estás centrado. Sé en el mundo, deja que el servir a la gente sea tu meditación y luego encontrarás que llegas al silencio. No escapes, no busques el silencio en el aislamiento o en lugares solitarios. Puedes llegar al silencio, puedes ser meditativo dentro del mundo.
Aprende el silencio. Con tus amigos, con tus amantes, con tu familia, de vez en cuando siéntate con ellos en silencio, sin chismear, sin hablar. Deja de hablar y no sólo afuera, acaba con el monólogo interior. Siéntanse y no hagan nada, sólo siendo presencias unos para otros. Pronto encontrarán una nueva manera de comunicarse a través del silencio.
El silencio tiene que pasar por tres puertas: Una es la más periférica: el habla. Habla telegráficamente. Habla lo esencial. Te darás cuenta que el noventa por ciento de tu habla es inútil; sólo necesitas diez por ciento. Pero ese diez por ciento será más efectivo, más significativo.
El primer paso es hablar lo esencial, sé telegráfico. Luego el segundo paso: piensa sólo lo esencial y te sorprenderá. Noventa y nueve por ciento es algo innecesario; sólo uno por ciento es esencial y ese uno por ciento quizás, tal vez, pero lo demás es todo estiércol de vaca sagrada.
Deja de pensar innecesariamente sobre cosas innecesarias.
Dejando de pensar lo inútil te ahorrará tanta energía que se puede tomar el tercer paso. El tercer paso es lo más sutil: sentir sólo lo esencial. Y si llegas a lo esencial entonces hay sólo amor. La rabia, la codicia, la lujuria, todas esas cosas no son esenciales. Son parásitos, te están explotando. Cuando llegas a lo esencial sólo queda el amor. Y cuando tu corazón es sólo amor tu puedes entrar al centro mismo del silencio.
Hay que pasar por estas tres cosas:
La parte de afuera de la mente: el hablar.
La parte interior de la mente: el pensar.
Y la parte más interior: el sentir.
Y cuando has pasado por todas; luego hay silencio.
Y ese silencio es la puerta para encontrar lo divino.
Tanto como tu silencio crece, tu amabilidad y amor crecen; tu vida se transforma en una danza de momento a momento, en un regocijo, en una celebración.
Osho
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