Por Yaiza Martínez
Según el psicólogo Peter Gray, el uso del juego en los humanos antiguos habría ayudado a vencer las tendencias de agresión y de dominio que habrían hecho imposible una sociedad cooperadora. El juego se ha mantenido en nuestra especie como herramienta de cohesión social desde entonces hasta la actualidad... o casi.
Gray explica en un comunicado que “el juego y el humor no son sólo formas de divertirnos sino que sirven para promover las actitudes igualitarias, intensificar la coparticipación, y en su momento ayudaron a los humanos cazadores-recolectores a conseguir la paz social de la que dependían para sobrevivir”.
En la actualidad, sin embargo, las actividades lúdicas que permiten contrarrestar la avaricia o la arrogancia, y que promueven la empatía se han perdido en gran medida. Según Gray, no sería exagerado “sugerir que las acciones egoístas que han propiciado el colapso económico reciente son, en parte, síntomas de una sociedad que ha olvidado cómo jugar”.
El interés por el juego cada vez es mayor entre psicólogos, educadores y el público general porque “la gente está empezando a darse cuenta de que hemos ido muy lejos en la dirección de enseñar a los niños únicamente a competir”, afirmó el psicólogo.
Y continuó: “hemos privado a los niños de las formas normales, no-competitivas, del juego social, que tan esencial resulta para el desarrollo del sentido de igualdad, de conexión y de empatía”.
Gray afirma que el tipo de “juego” que en su momento ayudó a desarrollar estas cualidades a los niños de nuestros ancestros sería aquél que es libremente escogido, que mezcla edades, que no está organizado por los adultos y que no es competitivo. Este “juego libre” es muy diferente a los entretenimientos actuales de los niños: videojuegos, ver la televisión o actividades extraescolares y deportes.
Por otro lado, la presencia habitual de adultos supervisores y observadores en los juegos infantiles hace que los niños se pongan en una disposición competitiva. De esta forma se pierden las ventajas que otorgan los juegos auto-organizados: con ellos los niños aprenden a llevarse bien con personas diversas, a comprometerse y a anticipar y conocer las necesidades de los demás (para que otros quieran seguir jugando contigo, por ejemplo, debes ser capas de ver el mundo desde su óptica).
“Los niños y los adolescentes de las culturas cazadoras-recolectoras jugaban “juegos libres” constantemente, convirtiéndose así en adultos extraordinariamente cooperativos e igualitarios”, señala Gray.
Por tanto el juego termina siendo un componente fundamental de la naturaleza humana en la edad adulta, al haber permitido que los alumnos se desarrollaran como seres intensamente sociales y colaboradores.
En palabras de Francesco Tonucci, psicopedagogo y dibujante italiano:
“Los niños aprenden mucho más jugando que estudiando, haciendo que mirando. El juego que hacen solos sin el control de los adultos es la forma cultural más alta que toca un niño. Los niños que han podido jugar bien y durante mucho tiempo serán adultos mejores”.
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“El juego da recursos para la vida. Todas las crisis de la juventud se gestan en la primera infancia”.
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“Los pequeños pasan sus días frente a adultos instructores, les es difícilhacer cosas raras. Así se va alimentando una necesidad de riesgo
acumulada que expresará con su primera moto y en las salidas nocturnas”.
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Montaje de Imagen: Manny Jaef
@alejodorowsky en Twitter
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A Propósito De Jugar...
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