Un maestro del té pidió a su hijo rastrillar las hojas en el jardín del templo. Cuando el niño terminó, el maestro no aprobaba. El muchacho regresó al jardín y tuvo tanto cuidado al rastrillar, que no quedó ni una hoja o ramita. Aun así, el maestro no aprobaba. El muchacho estaba desconcertado, sin saber qué otra cosa podía hacer. El maestro entró en el jardín y sacudió un árbol, permitiendo que unas hojas de otoño descendieran a la deriva, hacia los terrenos perfectamente barridos.
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Imagen: Manny Jaef
@alejodorowsky en Twitter
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