“El cuerpo es parte del alma. La cual se libera cuando el cuerpo al morir la abandona”.
— Alejandro Jodorowsky
Platón afirma que el cuerpo es una cárcel para el alma, porque entiende que cuerpo y alma son dos realidades heterogéneas, tanto por su naturaleza, como por su origen: en efecto, si el cuerpo es de naturaleza material y, en cuanto tal, pertenece al mundo de lo sensible, es compuesto, mudable, divisible, mortal. El alma es de naturaleza espiritual, se relaciona y pertenece al mundo inteligible, se asemeja a lo divino, es simple, inmortal.
Lo propio del alma no es, pues, estar junto al cuerpo; su lugar natural es el mundo inteligible. Por eso, mientras permanece unida al cuerpo, anhela librarse de los lazos que la atan a lo sensible y retornar a su origen primitivo. De manera que la unión entre alma y cuerpo es accidental, como la que se establece entre el timonel y el barco, pero además, es forzada. El cuerpo es una cárcel para el alma. Por eso, mientras el alma permanece unida al cuerpo anhela liberarse de las ligaduras que la atan a lo sensible y retornar a su origen primitivo, cuando convivía con las ideas en el mundo inteligible.
Es importante señalar que Platón distingue netamente la naturaleza del alma de la naturaleza de las realidades materiales; esto es, a diferencia de los primeros filósofos, no reduce Platón la naturaleza del alma a elementos materiales, aunque muy sutiles, sino que asigna al alma una naturaleza espiritual.
Es hora de saber que NO somos nuestro cuerpo, que es sólo un vehículo de nuestra alma, como también lo dijera Platón: el cuerpo es la prisión del alma. Alejandro Jodorowsky tiene la razón en su enunciado.
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Montaje de Imagen: Manny Jaef
@alejodorowsky en Twitter
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