-De ahora en adelante, tú y yo seremos un solo ser. La mujer le responde:
-¿Uno solo?, mi amor. ¿Cuál de nosotros dos?
Quién domina a quién ocupa el noventa por ciento de la relación de pareja. Ambos miembros, cuando eran niños, no tuvieron la oportunidad de ser ellos mismos, sino que fueron obligados a ser lo que sus dominantes padres querían que fueran. Crecieron con un enorme deseo de vencer al otro. En este caso la pareja es un campo de batalla. Quienes vencen pierden interés en la relación y se alejan. Otras veces, a causa de haberse sentido abandonados de niños y de no haber curado todavía esa herida emocional, creen que si se entregan al placer que el otro procura darles caerán vencidos y que, entonces, al caer vencidos se entregarán y que, si se entregan, de nuevo los herirán y abandonarán. «Quisiera someterme, dejarme conducir por ti sin resistencia alguna, que tú mandes, que tú decidas, como hacían mis padres. Pero no puedo, ni quiero. Estoy convencido de que si lo hago, me desatenderás. Así es que, aunque me grites o me golpees, insistiré en mis reivindicaciones de independencia. A veces amenazaré con suicidarme para que comprendas que debes dejarme libre. Sin embargo, a pesar de todas tus brutalidades, no puedo separarme de ti, no puedo vivir mi vida de forma independiente. Estoy dentro de un juego cruel al que yo mismo me he encadenado.»
Quien mantiene sometido y atrapado al otro dice: «Puesto que en una pareja uno de los dos debe dirigir asumiré yo ese papel, porque durante toda mi vida he tenido que bajar la cabeza. Con mis padres nunca pude opinar, satisfacer mis gustos ni desobedecer. Ahora que te he encontrado a ti, débil y cobarde, aprovecharé para tratarte exactamente como hicieron ellos conmigo».
Pero esa persona débil está habitada por un deseo enorme de dominar, de vencer algún día. En cambio, la que dirige, en el fondo es insegura y sólo dominando se demuestra a sí misma que tiene fuerza.
«Soy activo y potente porque tú eres pasivo y dócil.»
«Soy pasivo y dócil porque tú eres activo y potente.» Ninguno de los dos puede avanzar hacia otros niveles; si lo hicieran sentirían que pierden su poder. Cuando el dominado se libera poco a poco, el dominador, por miedo a la separación, comienza a hacer concesiones:
«Me he convertido en un tirano porque tú eres negligente.
«Me he convertido en negligente porque tú eres un tirano.
Resultado: la situación neurótica es idéntica, sólo que los roles se han invertido.
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