domingo, 11 de enero de 2015

Jodorowsky Para Chicos

Memorias de un niño bombero, es uno de los relatos de la serie de “cuentos mágicos para niños mutantes” de Alejandro Jodorowsky. Entre la mística, la genialidad y la buena literatura, Jodorowsky narra la relación de un niño con su padre, y a través de ellos, muestra dos modos de vivir y estar en el mundo: uno aferrado a las limitaciones de la mente, otro abier
to a todas las manifestaciones del Universo. Memorias de un niño bombero es un relato para aquellos padres, dispuestos a aprender de sus hijos y para aquellos hijos que se inician en el camino de la lectura, dispuestos a conocer un poco más de sus padres, entenderlos y vivir una experiencia propia, más allá de los mandatos y convenciones.

Yo sabía que con un gesto de mis manos podía abrir una puerta en el cielo. Sabía que me era posible extraer de la montaña su corazón de cristal.
Me bastaba dar un salto con la mente para entrar en la cabeza de un águila y planear el día entero sobre el valle. Podía comprender los textos sagrados que se deslizaban en el murmullo de las hojas. Las moscas no lograban ocultarme que eran reinas caídas de otro mundo. En mi cuerpo de niño habitaba una Maga.
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– ¿Qué haces dentro de mí? ¿Por qué no te vas a vivir a un árbol hueco? —le decía yo.
– Me quedo aquí porque me gusta el sonido aterciopelado de tu corazón.

No te preocupes, soy como una osa que duerme en el invierno — respondía ella.
– Te equivocas, Maga mía: en esta aldea junto al desierto hace tres siglos que no llueve. Aquí no hay invierno.
– Las osas duermen en invierno, pero a mí es el verano el que me amodorra. Déjame dormir. Despiértame sólo si te encuentras en peligro.

¿Sentirme en peligro? ¿Por qué, si yo tenía la absoluta seguridad de que nunca iba a morir? Todos los seres vivientes, es decir todo lo existente, incluso el agua o las rocas, eran mis aliados. Nos unían invisibles hebras de oro.

El universo entero formaba parte de mi cuerpo y mi aldea se prolongaba hasta las ocho esquinas del cosmos. Sentados en sus barcas, cerca de la playa, los pescadores me saludaban alzando un remo. Sentados en sus tumbas, en el cementerio, los difuntos me saludaban alzando una corona. Así es, yo lo sabía todo, yo lo podía todo. Tenía 6 años.

Memorias de un niño bombero, Alejandro Jodorowsky

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