sábado, 9 de agosto de 2014

La Psicomagia Y El Psicochamanismo

Para nuestro cerebro no existe el tiempo. Si estás vestido como un niño, puede que toda tu infancia aflore a tu piel. Por eso lloramos ante los recuerdos dolorosos, como si todavía estuviéramos viviendo el pasado en el momento presente. Aprovechando esta facultad, la psicomagia y el psicochamanismo combinan símbolos y crean metáforas que reorientan los códigos de conducta más arraigados en nuestras mentes, permitiéndonos así convertirnos en los alquimistas de nuestra propia existencia.

Estas prácticas sanadoras no son sólo teorías presuntamente científicas. La psicomagia no es una ciencia, pues contiene elementos mistéricos, inaprensibles, que la convierten en puro acto creativo, en el sentido de que cada ser es diferente y su mente vive según una lógica única. No se puede tratar igual a todos y, si lo hacemos, sólo proyectamos nuestro propio ego. Por ello, un acto psicomágico debe brotar de una dimensión que está más allá de lo racional; y eso no se aprende ni se enseña, como no se puede enseñar a ser artista.

Los actos psicomágicos están relacionados, en su mayor parte, con la familia y sus dificultades, pues es el principal terreno de creación de nuestros mapas mentales, de cómo percibimos la vida y nuestra realización personal. Por eso, no está de más recordar que, como escribió Amado Nervo, “el cuerpo no es más que un medio de volverse temporalmente visible. Todo nacimiento es una aparición”. Laborar en el terreno de nuestra invisibilidad, es ayudar a que nuestra temporal aparición en el mundo se reoriente hacia la intrínseca unidad de la existencia.

El acto psicomágico es siempre un consejo –no una imposición– que sitúa al consultante en una encrucijada donde él deberá decidir si se convierte en su propio curandero o no.

Cristóbal Jodorowsky
Imagen: Sofía “Chaski”


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