Si se hubiera quedado tranquilo nadie perseguiría a Alejandro Jodorowsky Prullansky, ni tampoco necesitaría guardias de seguridad. De haber optado por la calma, hubiera terminado vendiendo calcetines en el barrio de Matucana. Pero no quiso seguir con el negocio familiar. A los 23 años quemó todas sus fotografías y abandonó Chile porque quería ser conocido en el mundo entero y no volvió hasta 40 años después.
Durante esas cuatro décadas se transformó en un Da Vinci del siglo veinte. Aunque suene exagerado sus actividades lo corroboran: escritor, filósofo, cineasta, actor, marionetista, mimo, dibujante, maestro de tarot, practicante de la psicomagia, poeta y, interpretador de chistes, etc.
En su juventud se dedicó a hacer revolucionarios “actos poéticos” con sus compañeros de la Generación del 50, como caminar en línea recta, sin desviarse, por las calles de Santiago junto a Enrique Lihn. “En los años cincuenta, creo que se vivía poéticamente en Chile como en ningún otro país del mundo”, explicó en su libro “Psicomagia” (1996).
El revuelo continuó en París. Primero con el Teatro Pánico que ocupaba animales descuartizados y sangre para provocar el shock del público. También se convirtió en mimo gracias al francés Marcel Marceau y en uno de los más renombrados guionistas de cómics junto a Jean Moebius, con quien escribió la obra de culto “El Incal”. En los años 70, radicado en México, filmó sus primeras películas calificadas de vanguardistas e inentendibles para algunos, como “El Topo” (1971) y “La Montaña Sagrada” (1974).
¿Cómo definiría su literatura?
Alejandro Jodorowsky: Déjame que te lo diga con una cita de mi libro: ...no le temas a la poesía. Ella, que es sólo amor, transgrede las prohibiciones y se atreve a mirar de frente a lo invisible. El poeta, como Orfeo, desciende a los infiernos, al fondo del lenguaje, para recuperar su alma. Gracias al milagro de tu aparición —las Musas han querido que seas nuestro testigo-, quiero dejarte mi retrato, el de un poeta ajeno a las cualidades, la reputación, las leyes; sin nombre ni edad ni país ni raza ni historia, peregrino en el encanto abominable de las formas, mensajero de lo esencial, es decir de sí mismo, desdeñando los ensueños del pensar, haciendo de todos los caminos su camino. Para mí la literatura es sanación. Intento hacer una literatura que no sea solo de entretenimiento o de autoafirmación, sino que ayude a los demás. Iniciática.
Y ahora, se ha convertido en Maestro...
Alejandro Jodorowsky: (Riendo sorprendido) ¡Así me consideran muchos! Viene a verme todo tipo de gente a mi Cabaret Mystique de París: budistas, cabalistas, gente de grupos surrealistas, psicoanalistas... Para hablar conmigo, intercambiar ideas y conocimientos.
Una última reflexión... ¿por qué cree que sistemas tan aparentemente distintos como el psicoanálisis, que es básicamente materialista, y el esoterismo, la alquimia, el chamanismo, acaban por coincidir en muchas cosas?
Alejandro Jodorowsky: Es el misterio del hombre. Por eso te llevan a lo mismo. Es el hombre: lo coges por el psiconálisis, por la magia, por la Cábala y siempre llegas al mismo punto: al hombre, a su misterio. Todavía nos queda mucho por conocer del propio hombre, sigue siendo un misterio y lo seguirá siendo, probablemente. Yo me interesé por todos estos conocimientos por culpa de mi padre... Era tan materialista que me llevó en sentido opuesto. Un día, cuando tenía menos de veinte años, de borrachera con mis amigos poetas chilenos, me di cuenta de que iba a morir. Fue como un rayo. Cuesta mucho aceptar la propia desaparición. Sales un poco a la cresta de la ola y luego, se acabó, vuelves al océano. Yo busqué aspirinas intelectuales. El budismo, Gurdjieff... La vida es un sueño, pero puede ser una pesadilla o un sueño agradable. Es nuestro trabajo conseguir que sea un buen sueño.
Extracto de una entrevista realizada a Alejandro Jodorowsky en Antroposmoderno
Imagen: Dorothy Iannone, Yes, 1981 - photo Jochen Littkemann - collezione privata - Courtesy of the artist & Air de Paris, Parigi
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