viernes, 10 de enero de 2014

Alejandro Jodorowsky Refiriéndose A Enrique Lihn

En cierta ocasión un joven de mi edad, 19 años, de mirada inteligente, cuerpo altivo y delgado, voz de barítono africano, manos de aristócrata, se subió en la silla de las confesiones y balanceándose como un metrónomo, después de colocarse un espejo oval como máscara, se puso a recitar un largo poema. Era Enrique Lihn. Ya a esa edad estaba habitado por el genio de la poesía. Su talento despertó en mí una gran admiración. Obtuve por unos amigos comunes su dirección y fui a buscarlo a la casa donde habitaba con sus padres, en el barrio Providen­cia, que en ese entonces era considerado como muy alejado del centro de la ciudad. Las calles estaban bordeadas de fron­dosos árboles y las casas eran pequeñas, de un solo piso, con patios donde crecían árboles frutales. Nervioso, hice resonar la mano de cobre que servía de llamador en la puerta. Me abrió el poeta. Con el ceño fruncido, gruñó: —¡Ah, el organizador de fiestas! ¿Qué quieres?—Quiero ser tu amigo.—¿Eres homosexual?—No.—Entonces, ¿por qué quieres ser mi amigo?—Porque admiro tu poesía.—Comprendo, yo no cuento, lo que te interesa son mis versos. Entra.

Su cuarto era pequeño, su cama estrecha, su armario ena­no. Sin embargo aquello estaba convertido en un palacio: Lihn, con letras mentidas, llenas de ángulos, había cubierto las paredes y el techo de poemas. También los postigos y los cristales de la ventana, los muebles, la puerta, las tablas del suelo, el pergamino de la lámpara. Y a esto se agregaban montones de hojas manuscritas, versos cubriendo el blanco de los libros; billetes de tranvía, boletos de cine, servilletas de papel, conteniendo a duras penas sus versos.
Me sentí sumer­gido en un compacto mar de letras. Donde posaba mi mirada surgía un canto torturado pero hermoso.

—¡Que lástima, Enrique, esta obra maravillosa se va a perder!—

No importa: los sueños también se pierden y nosotros mismos, poco a poco, nos disolvemos. La poesía, sombra de un águila que vuela hacia el sol, no puede dejar huellas en la tierra. La oración que más complace a los dioses es el sacrifi­cio. Un poema llega a su perfección, cual ave Fénix, cuando arde...

Así mágicamente quedé cautivado por el espíritu de este poeta, que ahora brilla desde el cielo junto con nuestros otros poetas muertos sobre las ciudades reconquistadas.

La Danza de la Realidad
Alejandro Jodorowsky
Autobiografia Imaginaria
Un trozo de aquello
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Me dijo el poeta Enrique Lihn: “Hoy viajé en autobús mirando por la ventana a las mujeres en la calle. Me enamoré perdidamente diez veces”.
— Alejandro Jodorowsky 

La Quena Sanhuesa adoró a Enrique Lihn. Escribió un librito “Servilletitas de papel” dedicado a Enrique Lihn, caballero de sí mismo.
— Alejandro Jodorowsky 

Mario Valdovinos, en su libro “Lihn, la muerte”, no reveló que el primer gran amor del poeta fue una mujer pequeñita, Maria Eugenia Sanhuesa.
— Alejandro Jodorowsky 

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Diálogos vía Twitter:
Comentarios de seguidores en Twitter:
- @Mgromm: Si se ha de escribir correctamente poesía en cualquier caso hay que tomarlo con calma. Lo primero de todo: sentarse y madurar. Enrique Lihn.
Alejandro Jodorowsky: Mi genial amigo Enrique Lihn no esperó madurar. Publicó su primer libro "Nada se escurre" a los 19 años. Yo lo ayudé a editarlo.
- @JuanchoPuig: ¿Por qué nunca hablaste de la separación con Lihn en la danza de la realidad? ¿Cuando volviste a Chile había muerto?
Respuesta: Lihn murió a los 59 años. Yo regresé a Chile casi a los 70 años. Nunca me he separado de él.


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Montaje de Imagen: Manny Jaef 
@alejodorowsky en Twitter

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