En 1970, Alejandro Jodorowsky se impuso en la conciencia de la contracultura norteamericana, a través de una película completamente outsider llamada El topo, que se proyectó durante siete meses consecutivos en el cine Elguin de la ciudad de Nueva York. “Una mezcolanza surrealista y existencial, de spaghetti western con violencia mexicana, religiosidad y marihuana, pasión y humor, rezos y violaciones. Una película para ver y no olvidar” explica Martín Huerta, productor cultural y fotógrafo de la era Warhol.
El topo fue una película que ganó muchos fans a Jodorowsky y el número aumentó considerablemente después de recibir el entusiasmo público del actor Dennis Hopper, el músico John Lennon y Yoko Ono. De hecho, sin el beneficio que da la publicidad y las promociones, la película se presentó siete noches a la semana a un nutrido grupo de espectadores.
“Dentro de los meses que pasamos la cinta”, dijo para L.A. Weekly el visionario administrador del cine, Ben Barenholtz, “las limusinas se alinearon por toda la calle. Todas las noches. El topo se convirtió en un tema de conversación entre intelectuales y en algo que había que ver”.
Gracias al éxito de El topo, John Lennon le ofreció financiar la distribución de su próxima película y el representante de los Beatles, Allen Klein, firmó el acuerdo. Ya para el verano de 1972, la anticipación de la próxima película de Jodorowsky era muy alta; de hecho la revista Rolling Stone envió un corresponsal a México para que hiciera una nota del backstage de la filmación de La montaña sagrada.
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