miércoles, 5 de agosto de 2015

Decidí Ayudarme Yo Mismo. Alejandro Jodorowsky

Si Matucana se me presentaba como una agobiante cárcel, mi cuerpo también. Por sentirme mal en la carne, había huido hacia el intelecto. Vivía encerrado en mi cráneo, levitando a algunos metros sobre un degollado que me era ajeno. Tenía conciencia de mí mismo como una multitud de pensamientos desordenados, pensamientos que al final perdían sentido convirtiéndose en amasijos de palabras huecas, sin raíces que se alimentaran de mi esencia. Siendo un pozo seco, las frases flotaban formando un tejido angustioso. Sabía que yo estaba en alguna parte detrás de mi frente, pero me era imposible decir quién o qué era ese yo. El frío, el calor, el hambre, los deseos, el dolor, las penas surgían a lo lejos, como en el cuerpo de un extranjero. Lo único que me mantenía en la vida era la capacidad de imaginar. Vivía soñando con aventuras en países exóticos, triunfos colosales, vírgenes dormidas con una perla en la boca, elixires que concedían la inmortalidad. De todas maneras, cualquier cosa que deseara obtener se resumía en una sola palabra: «cambiar».
La cualidad esencial para amarme era llegar a ser lo que en ese entonces no era. Yo esperaba, como un sapo a la princesa, a que un alma superior y compasiva, venciendo su asco, se acercara para darme el beso del conocimiento. Por desgracia sólo contaba con dos amigos irreales, el Rebe y Alejandro anciano. Para lo que deseaba lograr necesitaba algo más que un par de fantasmas. Decidí ayudarme yo mismo.

Alejandro Jodorowsky en “La danza de la realidad”. 


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Imagen: kickstarter
Montaje de Imagen: Manny Jaef
@alejodorowsky en Twitter

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