En una templada región, acariciada por lluvias de nubes puras, crecían saludables plantas entregando al aire amorosos perfumes. Lejos de ahí vivía un dragón de ponzoñoso aliento y lengua flamígera. Este inmenso animal, a pesar de ser herbívoro, detestaba las flores. Apenas veía una, orinaba ácido y acababa con ella. Supo la existencia de la región maravillosa y decidió exterminarla. Comenzó a quemar los campos reduciendo a cenizas hasta las raíces. Las plantas, viendo su fin cercano y sintiéndose impotentes para conjurar a tal enemigo, dejaron que sus flores se convirtieran en raquíticos botones. Sin embargo una pequeña mata, la más humilde, se dedicó con toda el alma a fabricar una semilla. En esa diminuta cápsula puso sus más excelsos diagramas: hojas de verde exuberante, flores intensas, cálices sensuales, polen vivaz, raíces cavadoras y tallos nobles. Cuando en la memoria de la semilla esto quedó grabado, la planta comenzó a transformarse hasta adquirir la forma de una gran lechuga. Sus compañeras le dijeron: “¿Para qué gastas tanta energía en cambios y anhelos si muy pronto vas a morir?” Ella contestó: “¡Hay destrucciones que son comienzos!” Y siguió engordando. Llegó el dragón y al ver esa enorme planta vital en medio de tantas enfermas, invadido por la gula, en lugar de quemarla como a las otras, se la comió. La planta fue digerida, pero la semilla se aferró a las paredes estomacales y ahí germinó para crecer a través de la carne hasta salir a la luz en medio de las escamas. La bestia, llena de dolores, pereció. Entre la pudrición de sus restos, el vegetal siguió creciendo, tocó tierra y con la fuerza succionada al dragón y la belleza de sus diagramas produjo capullos, frutos, semillas y descendientes para volver a poblar la región con flores ahora tan poderosas que podían defenderse de un rebaño de monstruos.
Si un pueblo no puede impedir una conquista, debe encontrar sus íntimos valores y hacerlos fructificar en el corazón del invasor.
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“Al dragón que se mete en aguas profundas se lo comen los pequeños camarones”.
— Alejandro Jodorowsky
Diálogos vía Twitter
Comentarios de seguidores en Twitter:
- @BrunoTannino: Es más peligroso nadar en aguas superficiales. Insectos, bacterias y parásitos anidan en las charcas.
Alejandro Jodorowsky: Lo que quiere decir la frase es que si un mandatario poderoso entra en un elemento que desconoce, se hace vulnerable.
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- @buohh: No me convence... de esto quiero pruebas.Alejandro Jodorowsky: La metáfora habla de un poderoso que intenta dominar algo que desconoce. Por ej. Un elefante que pisotea un hormiguero.
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Imagen: Frilled Shark Dragon by Rayliff “Ray” M. L.
Montaje de Imagen: Manny Jaef
@alejodorowsky en Twitter
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