Un terrón de azúcar, locamente enamorado de una pequeña cuchara, le pregunta ansioso:
-¿Dónde podríamos vemos?
y la cucharilla le responde con cinismo:
-En un café...
Nuestra madre no nos ha dado el pecho el tiempo suficiente. Nos hemos quedado con el deseo de que nos abrace y nos deje chupar su leche hasta la saciedad. Para conseguirlo, gritamos y pataleamos. Si ella acude, es buena. Si no lo hace, es mala. Nos hemos convertido en adultos que buscan ser mantenidos material y emocionalmente. «Háganse cargo de mí. Evítenme los dolores y sufrimientos.
Ocúpense de mi comodidad. Vigilen mi alimentación.» En verdad no nos casamos con una mujer sino con una madre. Y si somos una mujer, queremos hacerlo con un papá o con una mamá encarnada en un hombre que tenga barriga: un padre-madre ideal.
Exigimos que nos traten con la mayor solicitud y con los mayores cuidados, porque hemos crecido como un bebé frustrado. Y si se nos pide que seamos nosotros quienes adoptemos el rol protector, no podemos hacerlo, paralizados por el miedo de fracasar como fracasó nuestra progenitora.
Si somos así, no tarda en aparecer otro bebé frustrado que desea encubrir su debilidad por necesitar una mamá, haciéndose pasar por adulto: «Ya estoy cansado de que me vean como a un niño desamparado. No tengo necesidad de mamar. Para demostrarlo voy a sacrificarme por ti, me convertiré en tu madre ideal», «Toma, criatura, te daré todo cuanto quieras, pero con la condición de que no crezcas. Ve con cuidado: yo te protejo y te cuido pero, en el momento en que te hagas adulto, voy a caer en una enorme depresión porque daré por perdida mi función. Me siento existir sólo cuando me ocupo de ti. Por favor, enciérrate en casa conmigo, no te enredes en amistades que te alejen, no cambies», «Tengo tanta necesidad de ti, porque me pides tanto...» o «Te pido tanto, porque tienes tanta necesidad de mí...».
En verdad, entre ellos no sucede nada adulto. Son dos niños aparentando ser una pareja madura.
Estallará un conflicto cuando el que tenía el rol de hijo comience a ejercer el rol de madre. Este último, destronado, se debilita, enferma, padece un accidente grave o se arruina. A medida que uno crece, el otro disminuye... Como estas personas son un pozo sin fondo, sus peticiones no tendrán fin, nada podrá convencerlos de que tienen todo cuanto les es necesario. Nunca dejarán de exigir. Y, pidiendo cada vez más mostrarán al otro que no es capaz de darles satisfacción. Éstos otros se angustiarán porque desean más que nada satisfacer a sus
consortes. No pudiendo hacerlo, sufrirán. En el fondo, no buscan que los amen sino que les agradezcan. Pero el que pide sin fin, como no logra estar satisfecho, nunca agradecerá.
Para el inconsciente la muerte no existe. Por lo tanto, la dependencia de la madre puede continuar incluso después de que ésta haya desaparecido.
Una madre y su hijo están en la playa. El niño le dice: -Mamá, ¿puedo jugar con la arena?
-No, querido. No quiero que te ensucies la ropa. -¿Puedo bañarme?
-No. Vas a pillar un resfriado.
-Entonces, ¿podría jugar con los otros niños?
-No. Si te vas con ellos te puedes perder.
-Mamá, cómprame un helado.
-No. Te puede hacer daño en la garganta.
El muchachito se pone a chillar y su madre exclama: -¡Dios mío, qué hijo tan neurótico tengo!
Ver También: Psicomagia Aplicada Ante Conflictos En La Pareja [3. Lucha Por La Satisfacción]
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Consejos de Alejandro Jodorowsky, en “Cabaret Místico”
Imagen: Four Leaf Lovers by Hieislittlekitsune
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