La mediocridad se contagia a través de todos los medios de comunicación.
El ciudadano, infantilizado, vota por políticos que son marionetas de grupos económicos que acumulan riquezas sin preocuparse de dañar a la raza humana entera. La mediocridad es una enfermedad peligrosa: por su ceguera espiritual contribuye a la destrucción del planeta. Si cesamos de consumir lo innecesario, comenzaremos a sanar al mundo. Una minoría de cerebros que han luchado contra la psico-rigidez, dándose cuenta de la enfermedad que aqueja al mundo, de manera gratuita difunden semillas de conciencia entre quienes acceden a escucharlos. Marchan por el sendero de la santidad civil: son místicos, pero no religiosos. Saben que lo que dan, será beneficioso para los otros pero también para su descendencia. Sus enseñanzas no son virus, no se contagian. Los individuos que se sienten infelices y presos en la cárcel de su ego, guiados por estos justos ejemplos, tendrán que comenzar desde su interior a luchar consigo mismos.
La mediocridad es una enfermedad que el sistema económico transmite por todos los medios posibles. Es necesario que el individuo, para escapar de esta infección, abandone sus juegos infantiles, crueles y venenosos, se dé cuenta que el dinero que circula es su propio sudor y su propia sangre, y, asimilando las enseñanzas positivas se decida a convertirse en anti-cuerpo de la enfermedad social. La mejor vacuna contra el cinismo explotador es el amor.
Paciencia: la peste abunda, la curación será lenta, pero será, porque en ello nos va la vida y el luminoso futuro de nuestra humanidad.
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Alejandro Jodorowsky
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