Una Parábola:
Existieron dos niños humanos a los cuales Dios les dio algo. Recibieron un regalo, un capullo de flor. Uno de los niños vio el capullo y se alegró inconmensurablemente. Preguntó: “¿Qué debo hacer? ¿Qué significa esto? ¿Por qué he recibido este regalo?” Y el alma de Dios respondió: "Deja que simplemente suceda. Lo único que debes hacer es regar el capullo cada día y verla con atención y amor”.
El niño empezó a regar el capullo con gran esmero. Cada día visitaba el capullo, se sentaba delante y disfrutaba de los colores. Pero un día llegaron seres humanos y le preguntaron: “¿Qué es esto?” El niño dijo: “Esto viene de Dios. Es un capullo de flor. Lo riego y sucederá algo”. El primer ser humano respondió: “¿Por qué está cerrado? Inténtalo abrir”. El segundo ser humano dijo: “Si el capullo viene de Dios ¿porque lo tienes que regar?” El tercer ser humano que llegó le dijo al niño: “¡Pon atención! Quien sabe lo que sucederá cuando este capullo se abra”.
El siguiente ser humano dijo: “¿No ves las sombras en el capullo? Si llega algo de Dios, ¿cómo puede tener sombras?”. El niño cada vez estaba más inseguro y perdió su confianza. La felicidad y alegría que sentía cuando recibió regalado el capullo desapareció. Empezó a preguntarse: “¿Qué pasa si los seres humanos tienen razón? ¿Qué pasará si sucede algo malo cuando se abra el capullo? ¿Qué sucede si la riego pero no se abre? Entonces todo ha sido en vano y paso tanto tiempo con este capullo”. Y el niño humano se fue.
El segundo niño humano recibió el mismo capullo. Este niño también estaba lleno de alegría y euforia. Empezó a regar el capullo y disfrutaba también de los colores. A él también le llegaron seres humanos y le hicieron las mismas preguntas. Pero el niño vio a los seres humanos y les preguntó: “¿Por qué debo dudar de algo que viene de Dios? Yo estoy sentado aquí y disfruto”. Y el niño hizo algo que nosotros consideramos como un milagro. Este niño humano iba cada día al capullo y observaba cada mínimo cambio, los colores, como cambiaban.
Un día se abrió el capullo y aparecieron varios ángeles. Tomaron al niño y le dijeron: “Ven, sumérgete en el capullo, en esa energía, báñate dentro”. El niño lo hizo y encontró las perlas más maravillosas en esa energía, que radiaban con una preciosa fuerza. Este niño era a partir de ese momento el niño más feliz del mundo. A menudo llegaron seres humanos y preguntaban: “¿Qué es lo que sientes en ese capullo?” y el niño respondía: “Todavía no lo se, pero es igual lo que sucede en mi vida, cuando llego aquí cambia todo”.
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✔ Si te enredas en definiciones detienes el desarrollo de tu conciencia. La razón no es una cárcel. Zambúllela en la intuición.
✔ Más vale una intuición en el corazón, que mil definiciones en la cabeza.
✔ Perder el nombre, la edad, las definiciones, tener una piel multicolor, que mis palabras sean como balazos de azúcar.
✔ Que las pezuñas de las definiciones no aplaste el ascenso de tu ilimitado ser.
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Montaje de Imagen: Manny Jaef
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