Alejandro Jodorowsky: Ya hemos creado el espacio. El espacio es el aquí, el tiempo es el ahora. En el aquí y en el ahora está el yo. Hace falta atacar este yo. Hemos visto la prisión del tiempo, la prisión del espacio en la que vivimos prisioneros del yo. Y aquí está la parte más difícil: hacer saltar el yo, eso es lo más duro de todo. Porque estamos tan identificados con este yo que nos defendemos y nos aferramos a él, no queremos cambiar. Somos tercos, somos recalcitrantes, somos imposibles, somos un monstruo. Pura y simplemente somos un monstruo y no lo soltamos. Decimos: «Así soy yo».
Los romanos, los griegos, decían que el yo estaba en el vientre, que de ahí nacían las ideas y que, después, se refugiaban en el cerebro. Otras civilizaciones han puesto el yo en el pecho o en la nariz, no se sabe bien dónde ubicarlo. ¿Dónde está el yo? Tenemos un yo y es muy difícil soltarlo. Entramos en el trabajo chamánico: la disolución del yo. Actualmente lo observamos en la moderna técnica digital denominada morphing, con la cual podemos animar y convertir una imagen en otra. Es decir, hay que trabajar para aceptar los diferentes cambios del yo, lo cual es muy difícil. Los actores hacen eso cuando van a interpretar un personaje, pero no van muy lejos porque el actor es siempre el yo y el personaje que interpreta. Pero aquí se trata de ver qué podemos hacer para enriquecer el yo. Y es muy fácil. Pero nadie te lo dice. Si abro la personalidad del todo, todo hablará a través de mí. Yo me convierto en ti, me convierto en el otro. Pero ¿cómo? ¿De qué manera? Te dejo entrar en mí y te expreso. En ese momento me convierto absolutamente en un creador, porque todo habla a través de mí.
Voy a poner un ejemplo. Ahí está Cristóbal, mi hijo, sentado en una silla de madera. Me convierto en él: «Estoy aquí sentado como un receptor de luz, sabiendo que en el tiempo infinito, eterno ante mí, voy a brillar; que la luz se va a hacer; que estoy conectado con todo...». La creatividad consiste en absorber al otro y expresarlo en sí. Y no solamente al otro, también las cosas. Me convierto en silla: «Estoy contenta porque me gusta que haya un ser sentado sobre mí. Cumplo mi papel, porque lo mantengo derecho, no dejo que se fatigue; gracias a mí está aquí. Además, mi madera no está muerta. No hay una sola polilla en mí. Me conservo bien, me mantengo fuerte, aunque sea antigua. Voy a durar mucho. Quizás voy a durar más que él. Habrá desaparecido y yo estaré todavía aquí. No hay que rechazarme. Yo lo sostengo. Con mis cuatro patas yo soy la base material sobre la que él se puede sentar».
Cuando empecé a estudiar pantomima, la primera cosa que nos enseñaron fue que, para hacer gestos, no hay que hacer gestos. El principio de la pantomima es permanecer neutro. Después se harán todos los gestos que se quieran. Por lo mismo, la base de la imaginación es no tener imaginación, es llegar a romper todo lo imaginario. A partir de ahí, se puede hacer lo que se quiera. Si no se rompe lo imaginario, se estará siempre con los parásitos. Durante todo el tiempo hay cosas que se mueven en nuestro imaginario. Hace falta romper el diálogo interior, el lenguaje interior, ordenar el caos emocional, la invasión de los deseos, el cuerpo indisciplinado. Hay que poder llegar a dominar todo eso.
Continuará...
Fragmentos extraídos de la obra “Psicomagia”, de Alejandro Jodorowsky
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