Alejandro Jodorowsky (Tocopilla, Chile, 1929) llegó a México en 1958. Pasa largo tiempo yendo y viniendo del país, montando obras, conociendo artistas, buscando respuestas para sus inquietudes internas. Sus intereses abarcaron el tarot, el teatro, la música, la pintura o el cómic. En este periodo de tiempo fundó Pánico, y casualmente conoce al monje budista zen Ejo Takata, quien le dijo: “Intelectual, aprende a morir”.
Jodorowsky es un personaje polifacético, estrambótico, incluso tildado de loco; pero su labor como actor y director en México puede explicarnos cómo fue que resolvió esta enigmática sentencia a través de la labor artística.
La llegada de Jodorowsky a México pone al país de cabeza porque cambia totalmente la manera de hacer teatro aquí; saca a muchos artistas de su zona de confort, precisamente por romper con la solemnidad de los dramas de ese tiempo, por tener la necesidad de hacer un teatro diferente, no racional, sino pasional y místico:
“El teatro es una fuerza mágica, una experiencia personal e instransmisible. Pertenece a todo el mundo. Basta con que te decidas a actuar en otra forma que la cotidiana para que esa fuerza transforme tu vida. [...] Me di cuenta de que no me gustaba el teatro imitador de la realidad. Para mí, esa clase de arte era una expresión vulgar: pretendiendo mostrar algo verdadero, recreaba la dimensión más aparente, también la más vacua, del mundo, tal como era percibido en un estado de consciencia limitada. [...] Parecía desentenderse de la dimensión onírica y mágica de la existencia. [...] No retener la realidad más que la apariencia inmediata es traicionarla”.
Esta consciencia limitada define cómo piensa y vive la sociedad contemporánea. Nos encontramos encerrados en la prisión de la mente racional, que siempre trata de explicar el mundo con completa certeza. Jodorowsky considera que todos los órdenes preestablecidos dentro del orden teatral deben transgredirse, esto con el objetivo de generar un verdadero impacto en el espectador, para sacarlo del mundo racional y para hacerlo consciente sobre su propia vida y su infinita potencia a través del arte.
Jodorowsky luchó contra la censura en el México de los sesenta. En el estreno de Fando y Lis (1968) en el Festival de Cine de Acapulco, tuvo que escapar en el fondo de un automóvil para que no lo lincharan. En una parte de la película se muestra el abuso a una inocente niña por parte de entidades racionales, quienes buscan introducirla al mundo de los adultos, al mundo de las ilusiones. Al respecto, Jodorowsky dirá que “la sociedad es pedófila” porque le quita la inocencia a la juventud y devora el espíritu creativo que todo niño trae consigo, tal como el propio Nietzsche lo habría explicado en el Zaratustra. Además, en la película aparece el propio Jodorowsky personificando a Dios como un titiritero, jugando con la especie humana y cortando los hilos cuando le place: “Dios es el mayor asesino en serie”, comentó el director.
En otra ocasión, el conductor, escritor y periodista Juan López Moctezuma le propuso a Jodorowsky que hiciera lo que quisiera durante los sesenta minutos del programa y él rompió un piano (que para él es el símbolo del alma humana) y se crucificó en él.
Cuando terminé mi obra, acostado entre los escombros con un par de pedazos sobre mí, como una cruz, de la que saqué lastimeras notas, el escándalo había adquirido proporciones nacionales. Al día siguiente todos los periódicos hablaban del efímero. De manera brutal yo había desvirginizado el arte mexicano.
Jodorowsky estaba en busca de una respuesta a su propia labor como artista y como ser humano, y al parecer resolvió la sentencia del que fue su maestro zen, Ejo Takata, a través del quiebre de la razón y el despliegue de la locura a través de los actos del Teatro Pánico (nombre tomado del semidios griego y cuyo nombre significa terror).
Pánico marca el nacimiento del Teatro de Vanguardia en México; es fundado por Alejandro Jodorowsky, Fernando Arrabal y Ronald Topor. El movimiento retoma y reinterpreta El teatro de la crueldad de Antonin Artaud, el surrealismo, las vanguardias artísticas, la filosofía de Wittgenstein, el ajedrez de Marcel Duchamp y el cine de Man Ray, entre otras cosas. Fábulas Pánicas fue también el nombre de la historieta que “Alexandro” escribió y dibujó en El Heraldo de México a finales de los sesenta.
El nombre se inspira en Pan, dios de la fertilidad y la sexualidad masculina, dotado de una gran potencia y apetito sexual. La palabra Pan también significa “todo”. El Teatro Pánico de Jodorowsky no buscaba generar terror o miedo entre los espectadores, sino acercarlos a su naturaleza original, quebrar su raciocinio para poder observar que la totalidad humana va más allá de lo racional, que se extiende por otros territorios que no pueden explicarse por el acotado método científico.
Jodorowsky tuvo que elegir entre dos caminos, el del intelecto y el de la imaginación, la libertad creativa. Afortunadamente, siguió la senda de la imaginación desbordada, quizá para personificarse él mismo como la fuerza humana que más se extiende cuando más consciente es de su propio abismo: no como humano racional, sino como humano total.
Escrito por: Arqueles Estrada y Jessica Gocha
Imagen: Alejandro Jodorowsky 1968 - Memoria Chilena, Biblioteca Nacional de Chile
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