-Nada es vanidad, excepto tus palabras. Hay dicha, plenitud, si aceptas lo que viene. Deja de temer a la muerte y amarás a la vida.
-¡No hay nada nuevo bajo el sol!
-Pero el sol se renueva cada día y los viejos objetos de la tierra a cada hora están iluminados por una luz diferente.
-¡Maestro, debemos arrepentirnos, pues se acerca el reino de los cielos!
-¿Cómo vamos a arrepentirnos si el cielo está aquí, en cada miembro de nuestro cuerpo? Cada vez que respiramos se hace presente el cielo.
-¡Si no somos lo más importante del universo, más vale perecer!
-Ningún universo es importante. Todo es una sola vida. Todo es sagrado. Todo es Dios. La plegaria es Dios. El sexo es Dios. El cielo puede encontrarse en los templos o en los bares.
-¿Pero, qué puedo encontrar en un bar?
-¡Hombres que han olvidado que son Dios!
-Maestro: desprecio el cuerpo, amo el espíritu que es mi yo.
-Tu pequeña mente, a la que llamas razón, cree tener un yo, cuando lo único que posees es un cuerpo. En el cuerpo se realizan todos los misterios: si lo desprecias, pronto te destruirás.
-¿Cómo se encuentra la virtud?
-No pidiéndola. Si limpias tus sentidos, recibirás. Hay que aprender a recibir. Sólo el que recibe puede transformarse y enseñar a los otros la transformación.
-Maestro, tengo demasiadas pasiones, lazos, egoísmos. Vivo en la angustia.
-Antes a mis pasiones yo las llamaba males. Pero luego me di cuenta de que todas mis virtudes habían nacido de mis pasiones.
-No tengo fuerzas. Soy débil.
-Nos dirige una fuerza invisible. No te opongas a ella. La fuerza consiste en dejarse llevar por el viento, porque el viento sabe lo que hace.
-Maestro, a veces pienso cosas tremendas, vergonzantes. Me dan miedo.
-¿Por qué te asustas? Con los seres humanos sucede como con los árboles. Cuanto más se elevan, más profundamente hunden sus raíces en la oscuridad. No le temas al sexo. Es él quien transporta a Dios de individuo en individuo. Si recuerdas que el sexo también es Dios, se te tornará sagrado.
-¡Maestro, me molesta ser pobre!
-Quien poco posee, tanto menos es poseído.
-¡La gente no me deja vivir, me critica demasiado!
-Su pequeñez arde en invisible venganza contra ti, porque has crecido. ¡Disimúlate en tu jardín interior! No les contestes. Son moscas, y no ha de ser el de un matamoscas tu destino.
-Maestro, esto es lo que creo: ¡Debo ayudar al prójimo!
-Eres muy solícito con el prójimo. Pero yo te digo que tu amor al prójimo es tu falta de amor a ti mismo.
-¿Me está diciendo que no debo ayudar al prójimo?
-Primero ayúdate tú. Cuando lo consigas obtendrás una luz que iluminará a los viven en la oscuridad. La mejor ayuda es la que das sin proponértelo.
-Maestro, ¿qué piensa de la muerte?
-Muchos mueren demasiado pronto y algunos demasiado tarde. Debemos aprender a morir a tiempo.
-¿Qué hay más allá de la muerte?
-¡No lo sé, aún no me he muerto!
Alejandro Jodorowsky
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