martes, 4 de agosto de 2015

La Culpa Como Fruto De Nuestra Herencia Religiosa

“Si no enfrentas la culpa que te carcome, serás su víctima toda tu vida”.
— Alejandro Jodorowsky 

Asociamos a Dios, el padre que está en el Cielo, exclusivamente con la bondad y el amor, lo vemos como un padre que nos juzga y castiga por los pecados que hemos cometido. Ese papel también lo realiza el Estado (como padre sustituto). En cambio el mal no es visto como una parte suya. En nuestra cultura Dios ha dejado de representar por entero la polaridad del bien y el mal, sólo encarna una faceta de esa polaridad. El Diablo representa la otra: es el maligno, el tentador, es perverso, lascivo y materialista. En otras culturas los dioses poseen la dualidad completa: dan y toman; pueden ser constructivos y también destructivos.

Durante siglos hemos mamado, junto con la leche materna, la idea de que ante Dios no somos más que unos pecadores. El pecado y la culpa están en la base de nuestro pensamiento y esos pecados están relacionados con entregarse a nuestra parte instintiva que también forma parte de la naturaleza humana. Nuestra cultura nos hace sentirnos culpables de ser lo que somos.

Si negamos nuestra parte emocional y nuestro ego libidinal, entonces estamos a un paso de convertirnos en personas que hacen exactamente lo opuesto de lo que predican. Todo lo que no nos gusta ver en nosotros lo proyectaremos en los demás, y nos sentimos totalmente justificados para juzgarlos, condenarlos, oponernos a ellos, castigarlos, etc.. Los que encarnan el mal son siempre los demás, nunca seremos capaces de verlo como algo propio.

Cuando éramos niños no teníamos ni idea de qué podíamos ser culpables de alguna cosa. Pero en algunas ocasiones nuestros padres y otras figuras de autoridad insistían en que debíamos confesar todos nuestros pecados. En ese punto aparecía un ejercicio muy absurdo que consistía en inventar esos pecados cometidos, mentíamos para poder pasar por ese trance. Este ejercicio de confesión en un niño pequeño puede generar daños...

Ahora veamos unos pocos actos liberadores:

Culpa ante un accidente (por ejemplo atropellamos a alguien): Nos hemos convertido en herramientas del destino de esa persona. No obstante, es bueno “pagar” la culpa.

Cuando somos víctimas de una fijación sexual. Lo mejor es realizarlo. Por ejemplo, si nos sentimos culpables por deseos incestuosos, debemos poner una fotografía del familiar objeto de esa relación incestuosa, a una persona que se preste y vestirlo con la ropa de aquella (es importante que esa persona exprese que acepta encarnar el papel del familiar) y tener relaciones sexuales con ella... Luego, devolver la ropa a su dueño, quemar su fotografía y beber un poco de las cenizas (con leche/mamá o con vino/papá).

Otra forma de liberarnos de la culpa incestuosa. Cargar durante siete u ocho días (padre o madre) con un objeto que pese en un saco, luego devolverlo a la persona junto con ramo de rosas blancas (o a la tumba, enterrando el saco cerca).

Fuente (Texto): Plano Sin Fin 


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Ilustración: Guilt by mare-of-night
Intervención de Imagen: Manny Jaef
@alejodorowsky en Twitter

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