jueves, 14 de mayo de 2015

Nuestra Naturaleza Original


Nuestra mente es donde se desarrollan los pensamientos, sentimientos, acontecimientos, estados mentales o estados de ser y es también todos sus contenidos, ya que los produce al dejarse transformar en ellos y no hay nada que no sea mente.

El despertar sucede cuando nuestra capacidad de ser recupera su estado original y vuelve por un instante al reposo, para reiniciar entonces libremente su actividad natural sin apegarse más a los pensamientos, emociones, sentimientos y demás objetos internos y externos en los que  tiene la capacidad de transformarse y que ahora son claramente fantasías e ilusiones al amparo de esa iluminación.

En reposo es el vacío y renuncia a ser nombrada.

En movimiento es la forma y recibe todos los nombres.

Hacerse consciente de ella nos sumerge en la alegría más inmensa, nos descarga por completo de toda tensión y nos brinda la independencia y la libertad genuinas.

La iluminación es regresar a ese estado mental espontáneo desde el que potencialmente podríamos enfocar nuestra atención en cualquier cosa, pero no lo hacemos.

Un estado de ser que al constituir la ausencia de cualquier otro estado diferenciado, contiene en sí la capacidad de permitir que se den todos los posibles.

No podemos decir que regresar a él sea alcanzar nada, ya que siempre estuvo allí.

Ni necesitamos esfuerzo alguno para mantenerlo, porque constituye la que sin querer es nuestra naturaleza original.

Llegamos a él de manera súbita y repentina cuando la atención se retira por completo de las cadenas de pensamientos, sentimientos y demás objetos que la mantienen atrapada en la ilusión del mundo, el tiempo y el espacio, para fijarse en su propia realidad.

Uno puede permanecer indefinidamente en esta mente original anterior al nacimiento, en toda su capacidad y lúcida potencialidad sin enfocarla ni transformarla en nada más, ni siquiera en el vacío y vivir así espontáneamente en un instante efímero que fluye sin llegar nunca a ser.

De hecho es así como sucede siempre, sólo que no nos damos cuenta de ello, pendientes como estamos de sus mil transformaciones que alimentan nuestras propias ilusiones.

Esta es la esencia original que lo contiene todo y en la que mente, estados mentales, formas y vacío se reunifican en una sola plenitud.

Hacernos conscientes de ella es la vivencia del despertar, la iluminación suprema en la que todos los engaños, deseos, logros, apegos, insatisfacciones y demás construcciones del pensamiento, desaparecen por sí mismos.

Una vez aquí, no hay absolutamente nada que alcanzar, ni nada más que hacer, ya que todo acontece por sí mismo.

Y desde aquí, es posible volver a pensar, sentir y percibir los objetos externos e internos mediante el manejo voluntario de nuestra atención, sin necesidad de perderse de nuevo en ellos y sin olvidar ya jamás que todo es lo que es sin esfuerzo.

Observo por la ventana y aparece el jardín, las montañas, el cielo y el mar.

Me enfoco en mi cuerpo y percibo perfectamente mi postura, mi sensación general y mi respiración.

Comienzo un pensamiento y puedo razonar con independencia y libertad, modelando mis creencias y dando así forma a mi realidad desde mi verdadera naturaleza original que es una con todo y que no pierde ni gana cuando se convierte en ésto o en aquello en respuesta a las circunstancias.

Cualquier práctica o filosofía que consista en hacer unas cosas y no otras, jamás conducirá ni añadirá nada al despertar, ya que la esencia de la mente lo abarca todo de manera inevitable y natural, nada falta y nada sobra, nada se retiene y nada se rechaza.

Este estado mental original lo compartimos todos y en él estamos cuando reaccionamos de manera natural y espontánea a los acontecimientos de nuestra vida cotidiana.

Es al comenzar a pensar o a permitir su transformación en otros estados de ser guiados por el interés en lograr nuestros objetivos y deseos, que perdemos nuestra libertad y nos encadenamos a las consecuencias de nuestras propias acciones, impidiendo nuestra permanencia consciente en éste instante que carece de pasado, presente y futuro y está libre de personalidad, de contenido y de vacío y desde el que podemos percibir libremente y vivir.

Si supiéramos que el no apego y el no deseo aparecen cuando nos abandonamos a nuestro estado de ser original, que es nuestro estado mental natural indiferente a las mil y una transformaciones posibles.

Si comprendiéramos que ése es ya el gozo, no necesitaríamos sueño ni despertar, ni precisaríamos cosas, ni aprendizaje, ni conocimiento, ni esfuerzo, ni camino, ni nada.

No es necesario eliminar los pensamientos, esforzarse por mantener un estado de ser determinado, ni recorrer camino alguno.

Nuestro estado mental original nos pertenece desde siempre, no hay que ganarlo, nunca nos ha faltado y nadie nos lo puede dar o arrebatar.

No tenemos que hacer nada con nada, ni ponernos en camino a ningún sitio.

Sólo hemos de darnos cuenta de que todo es lo que es y para eso basta con mirar por fuera de la cadena de pensamientos desde la que sufrimos la ilusión de la existencia, recuperando así el estado natural y espontáneo de nuestra mente.

No nos dejemos engañar.

Este es el reto de los retos, porque desde siempre nuestra verdadera naturaleza original es pura.

Se trata de localizar la esencia original de nuestra mente, reconocerla, darnos cuenta de que podemos recuperarla poniendo fin a toda nuestra insatisfacción y morar por siempre conscientemente y sin esfuerzo en ella, en compañía de todos los seres.

Esto es todo.

Fuente: La Iluminación Suprema


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Montaje de Imagen: Manny Jaef 
@alejodorowsky en Twitter

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