Dice Cristóbal Jodorowsky que el dinero proporciona estas tres necesidades básicas y en el momento en el que creemos que nos falta, nos estresamos y nos angustiamos. También puede suceder que vivamos en una familia que asocia el dinero con el pecado, lo que nos dificultará ganarlo y nos estresará de forma crónica.
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Hay un experimento en el que se demuestra que si te dejamos con los ojos vendados, en apenas unos días la parte de la corteza cerebral que normalmente procesa la información visual empieza a procesar la del tacto y la del oído, y aumenta la memoria verbal.
¿Tan plástico es?
Tanto que ya se ha comprobado que el uso insistente del dedo pulgar por los jóvenes en los teléfonos móviles hace que ahora, cuando mueven ese dedo, se enciende un área mayor del cerebro. Para bien o para mal, toda actividad, toda percepción, cambia nuestro cerebro. Y todo pasa en el cerebro. Si tienes una pancreatitis crónica, puede ser una disfunción cerebral tanto como orgánica, porque el cerebro es un artefacto capaz de automonitorizarse. El resultado es la autoconciencia.
¿Significa eso que si tuviéramos el suficiente control del cerebro podríamos llegar a autocurarnos?
El mecanismo seguramente existe, lo que no sabemos es cómo activarlo. El cerebro consume el 20% de la energía que gasta nuestro organismo, y consume casi la misma tanto cuando está muy activo como cuando está en reposo. Yo creo que esta actividad cerebral “por defecto” se dedica a promover mecanismos de defensa para proteger la salud del organismo.
Extracto de una entrevista con Álvaro Pascual-Leone, Publicado en El País
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El caso es que independientemente del origen, cuando nos encontramos en una situación complicada en la que tenemos que desplegar nuestras mejores habilidades asertivas, lo único que somos capaces de hacer es quedarnos paralizados. O peor todavía, nos calentamos y contestamos de un modo tan desafortunado que al final acabamos embrollando todo más todavía.
Por lo visto es una reacción natural que responde a motivos fisiológicos relacionados con la supervivencia, estas reacciones que explican porqué se nos nublan las entendederas, cuando deberíamos tenerlas más claras y despejadas. En 1970 el médico y neurocientífico Paul McLean lanzó la hipótesis de que la evolución ha hecho convivir en nuestro cerebro tres distintos, el que estaría formado por la parte más racional, el neo-cortex, otra que comprende la parte más emocional -el cerebro límbico-, y una tercera: el cerebro reptiliano que comprende el tallo cerebral, donde estarían nuestros instintos más básicos de supervivencia. Adivinad, en situaciones complejas en las que tenemos que ser asertivos, ¿cuál de los tres toma el mando de nuestras respuestas?
Pues si, el mando lo toma ese cerebro reptiliano, reduciendo nuestra capacidad de razonar y pensar a la misma que tendría un herbívoro que levanta la mirada y se encuentra con un tiranosaurio rex. Su instinto sólo le dictaría dos opciones eficaces: huir o pelear.
Un cerebro desentrenado hace exactamente lo mismo, la diferencia es que normalmente no es la respuesta más eficaz.
Independientemente de las críticas que haya podido recibir esta teoría, explica porqué aún cuando soy perfectamente consciente de que no estoy contestando de la mejor manera, lo sigo haciendo mal y tan sólo después de un buen rato, cuando ya no estoy caliente (o paralizado, según el caso), es cuando empieza a tomar forma en mi cabeza la contestación “adecuada”.
En fin, aunque no me consuela, me hace pensar que quizá dentro de unos pocos miles de años de evolución, cuando el neo-cortex tenga control sobre nuestra parte más primitiva, sabremos decir que no natural... y asertivamente.
Mientras tanto, nos tocará entrenarnos para no tener que esperar esa media hora antes de colgar en Twitter la respuesta más ingeniosa.
Publicado por Javier Urbano
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Imagen: Javier Urbano
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