Con todo, Berne estuvo siempre más interesado en buscar un método psicoterapéutico eficaz que no se ciñera al modelo psicoanalítico u a otra forma de terapia, por lo que comenzó a organizar seminarios con colegas que ejercían la terapia de grupo para desarrollar una psiquiatría social, en el sentido que se estructuraba según las interacciones entre los individuos en dependencia de los estados del Yo de cada cual (las denominadas transacciones psicológicas). De estas experiencias y de su propia vivencia como soldado en la II Guerra Mundial, donde amplió sus teorías sobre la intuición, surgió su primer libro, “Análisis Transaccional en Psicoterapia” (1961). Pese a desarrollar este método durante 12 años y aunque su libro supuso un revulsivo en el estudio de la Comunicación interpersonal, de grupo y de masas, no fue bien recibido por los psicoanalistas; la Sociedad Psicoanalítica de San Francisco lo rechazó como miembro.
Debemos al Dr. Berne nociones relacionadas con los modelos de personalidad, la necesidad de caricias o estímulos para madurar como seres humanos y el planteamiento de un Guión de Vida en ocasiones inconsciente y promovido por creencias enraizadas en lo social y en lo familiar.
Estos modelos de personalidad o estados del Yo se resumen en Padre, Adulto y Niño. Durante el día o un periodo de tiempo, podemos sentir, creer y actuar según éstos, es decir, como alguien muy influyente en nuestra infancia (llamado genéricamente Padre, aunque puede tratarse de cualquier familiar, educador o amigo); como alguien en coherencia con su contexto y que recurre a sus conocimientos y experiencia (Adulto); o como alguien impulsivo, voluble y espontáneo (Niño). Desde estas perspectivas, establecemos relaciones y actividades sociales (transacciones), bien descritas en su libro best-seller “Juegos en los que participamos”.
Dentro de estos juegos, de su Teoría de la Comunicación, el psiquiatra describió también las hambres esenciales de los individuos: de estímulos, de reconocimiento y de estructura. Para mejorar y para interactuar, son necesarias las caricias. Que los demás nos reconozcan positiva o incluso negativamente contribuye a que definamos nuestra posición vital para con nosotros mismos y para con el mundo. La interacción social sería la respuesta de las personas ante estas caricias o estímulos.
Estas transacciones resultan definitorias también en la formación del Guión de Vida, otro concepto asociado al Análisis Transaccional. Desde la infancia, almacenamos comportamientos, permisos y tabúes que nos guían a actuar de una manera determinada y a creer que no podemos salirnos de ese guión. Recientemente, la definición de estas “posiciones existenciales” es el punto de partida para terapias que persiguen romper con las autocreencias y poder transformarnos en lo que podemos llegar a ser gracias a nuestro potencial.
Ideas del Dr. Berne en esta línea:
En vez de animar a la gente a vivir valientemente en un viejo mundo desgraciado, es posible hacerles vivir felizmente en un valiente mundo nuevo.
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El Niño en la persona es en potencia capaz de contribuir a su personalidad exactamente como un niño feliz y real es capaz de contribuir en la vida familiar.
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Cuando la disposición intuitiva es fuerte, trae consigo un sentimiento de certeza que es difícil de sacudir.
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Los guiones son sistemas artificiales que limitan las aspiraciones humanas espontáneas y creadoras, del mismo modo que los juegos son estructuras artificiales que limitan la intimidad espontánea y creadora.
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Los argumentos están destinados a durar toda la vida. Se basan en decisiones de infancia y una programación paterna constantemente reforzada. El refuerzo puede tomar la forma de contacto cotidiano, como en los hombres que trabajan para su padre, o las mujeres que telefonean a su madre cada mañana para charlar, o puede aplicarse con menor frecuencia y mayor sutileza, pero con la misma fuerza, a través de un trato ocasional. Después de morir los padres, sus instrucciones pueden recordarse más vívidamente que nunca.
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Cada persona diseña su propia vida, la libertad le da el poder para llevar a cabo sus propios designios, y el poder da la libertad de interferir en los designios de los demás.
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Nacemos príncipes y el proceso de civilización nos convierte en ranas.
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Ser conscientes requiere que vivamos en el aquí y ahora, y no en la nada, el pasado o el futuro.
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Quien pierde no sabe qué hará si pierde, pero habla de lo que hará si gana, y quien gana no habla de lo que hará si gana, aunque sabe qué hará si pierde.
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Una persona sana dice “Sí”, “No” y “¡Bravo!”. Una persona poco sana dice “Sí, pero”, “No, pero” y “No hay bravo”.
Reflexionemos sobre estas maneras de entender al individuo y a las personas en sociedad. La obra de Eric Berne es siempre un hallazgo para ello.
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