jueves, 8 de octubre de 2015

Cuento El Árbol De Los Sátiros


En el país de San Viernes hay un millón de habitantes. Quinientos mil ciudadanas son respetables. Quinientos mil ciudadanos son sátiros.

Junto al lago principal hay un bosque. En el lago se bañan las sanvierninas. En cada árbol del bosque hay un sátiro trepado. El sátiro mira a las bañistas y se proporciona goces con la mano. Las bañistas miran a los sátiros y se divierten. A veces los sátiros están vestidos de frac. Otras, de cardenal.

El árbol más alto del bosque es un álamo. Sólo de este álamo puede verse un pequeño golfo que hace el lago. A la orilla del pequeño golfo llegó una cojita. Mil sátiros se descolgaron de sus guaridas vegetales y se dirigieron, con los ojos brillantes, hacia el álamo. La cojita se quitó el sombrero. Por muy alto que sea un álamo, en él no pueden caber mil sátiros. Junto al tronco batallaron en el mayor silencio para no ahuyentar a la cojita que en ese momento se sacaba la blusa. Los sátiros que eran destripados morían conteniendo los rugidos de dolor que hubieran aliviado sus tormentos.

La cojita comenzó a despojarse de la falda. ¡Se le va a ver la pata! –murmuraron febriles los sátiros y el combate alcanzó el máximo de ferocidad. Cincuenta triunfadores, cubiertos de heridas, se repartieron por las ramas del álamo. Vieron a la cojita dentro del agua asomando sólo la cabeza.

No hacía movimientos que indicaran una pronta salida del agua. De vez en cuando se quebraba una rama y junto con ella un sátiro iba a reventarse contra el suelo como un higo maduro.

De los cincuenta sátiros habían caído cuarenta y siete. Los tres últimos, maniobrándose vertiginosamente, esperaban el final del baño. Cayeron dos más. El postrero pensó:
–«Soy el elegido. Este espectáculo es para mí. ¡Quiero ver luego esa pata!»– y su diestra se agitó más rápida que nunca. Ella hundió la cabeza. A la media hora el sátiro comprendió. En el fondo del lago la cojita parecía un gran pez.
«¡Tramposa!»– aulló el sátiro y se descolgó del álamo.
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Mensaje:

Cuando nuestras concepciones entran en conflicto con nuestras emociones -y en ese mismo instante nuestra realidad material nos dicta seguir un camino que va justo hacia el opuesto de nuestro deseo-, los cuatro centros tiran cada uno de un lado como si fueran cuatro caballos de un mismo tiro pero sin un destino común.

El primer paso para ajustar y orientar nuestras energías hacia un objetivo determinado, es identificar que es lo que ha reemplazado a cada centro. Por ejemplo desde hace tiempo, la moral occidental, aterrada ante la energía sexual, asimiló esta energía a un sentimiento (generalmente, para las mujeres) o a una necesidad (generalmente, para los hombres). Dicho de otra manera: sucede frecuentemente que, por razones culturales, sociales o familiares, una energía se ve “colonizada” por otra. El intelecto invadido por las emociones, ya no consigue razonar con claridad. La sexualidad sobrecargada de creencias y prohibiciones, se convierte en una fuente de angustia (como sucedió en el siglo XIX, cuando de forma casi unánime el ámbito médico occidental inventó una serie de peligros, supuestamente mortales, derivados de la sana práctica de la masturbacion). En algunas familias el dinero o la manutención servían como un medio privilegiado o exclusivo para que los padres expresaran el afecto que sentían por sus hijos: así, estos últimos crecieron prisioneros de una gran confusión para diferenciar el centro material y el afectivo, pudiendo conducirlos a desarreglos alimenticios o a conductas auto destructivas con el dinero.

Con arreglo a lo anterior, se podrían establecer doce variaciones o desviaciones de la personalidad al ser invadido (o colonizado) cada uno de los centros por cualquiera de los otros tres. Cuando se emprende un trabajo sobre el yo, es muy útil preguntarse cuáles de estas desviaciones son dominantes en nosotros. De tal manera podremos estudiar cómo nuestro árbol genealógico las ha producido.

Alejandro Jodorowsky
La Vida Es Un Cuento
Metageneolgia

Imagen: El Peso de La Carne 
Técnica mixta sobre papel 56x42cm-2009 
Drawing by Alejandro Jodorowsky / Color by Pascale Montandon-Jodorowsky 
Artículo tomado del blog de Lina Muses 

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