miércoles, 4 de junio de 2014

Una Mueca De Alejandro Jodorowsky

Cuando Alejandro Jodorowsky era niño, su abuelo Moishe le pintó la lengua de azul y le dio una cucharada de miel para que sus palabras tuvieran el color de cielo y salieran con dulzura. Esa lección sumada al paso del tiempo, el aprendizaje y el dolor de la vida lo convirtieron en un ciudadano del mundo de los milagros y el señor de la esperanza.

Pocos pensarían que este artista chileno tuvo una infancia de soledad y abandono, que pasaba horas frente a los libros ante la indiferencia de sus padres y compañeros de aula, que fue víctima de bullying porque pesaba 100 kilos a la edad de 10 años, que en la escuela lo apodaban “Pinocho” y que no usaba shorts porque le gritaban “patas de leche”.

Desde pequeño fue terco, un día pidió unos zapatos rojos a su madre y la amenazó que no volvería a salir a la calle si no los portaba. Intentó suicidarse saltando desde una ventana para darle una lección de caridad a su padre. Tenía tanta imaginación que creció junto a sus amigos imaginarios “Rebe” y “Alejandro viejo” porque aparte de los libros nadie le hablaba.

Imaginó absorber la energía de un pequeño leoncillo con el que jugó en el circo Las Águilas Humanas, hizo un elefante de mocos en casa de su abuela, retó al océano a pedradas e hizo cenizas sus problemas para beberlos en vino.

Su profesor Toro le enseñó a leer con un juego de cartas que contenían una letra y la primera palabra que Jodorowsky escribió y leyó a los 4 años fue OJO, a partir de ese momento su mentor lo marcó porque le dijo: “eres Alejandr OJO D ORO wsky”. Ahí comenzó su romance con las letras.

Por Paris Alejandro Salazar


No hay comentarios:

Publicar un comentario